Muestra fotográfica de Sara Facio en el Museo Nacional de Bellas Artes

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El museo nacional presenta «Fotografías 1960/2010», que repasa gran parte de la carrera de la fotógrafa argentina, y exhibiciones que indagan en el arte regional de la década del 70 y del 80.

Una exposición de la fotógrafa Sara Facio, que recorre algunas de sus series más impactantes como los retratos a escritores o el funeral de Perón, y dos muestras históricas impulsadas por el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) de Buenos Aires en la década del 70 y 80 que aproximan relecturas de la producción artística chilena y trazan un perfil del arte latinoamericano de esos tiempos, fueron inauguradas en el Museo Nacional Bellas Artes y se podrán visitar hasta el próximo mes de junio y julio, respectivamente.

Como posibilidad de restituir una época, un clima que estuvo latente y los artistas reimaginaron en sus obras, estas dos exposiciones ocupan dos salas del primer piso y si bien no tienen nada que ver entre sí establecen temporalmente un diálogo en la medida que hilvanan algo de lo documental: mientras Sara Facio presenta sus fotografías que incorporan procesos políticos como fue la presencia de Salvador Allende en Chile o el peronismo en Argentina, la doble exposición del CAYC repone un estado de la producción artística latinoamericana en plena transformación y reflexión, al igual que las sociedades en las que se inscribían sus creadores.

A días de cumplir 90 años, el próximo 18 de abril, la fotógrafa Sara Facio reúne cinco décadas de producción con una exposición que retoma trabajos emblemáticos de su obra, emblemáticos porque documentan un tiempo, una perspectiva y porque devinieron imágenes instaladas en el imaginario incluso más allá de las intenciones de la artista. Eso podría decirse de la fotografía de Pablo Neruda Salvador Allende en el palco presidencial o la foto en la que comparten una escena festiva Mario Vargas Llosa y el autor de Odas elementales en lo que parece ser una suerte de peña, allá por los años 70. En este recorrido, también está Julio Cortázar en la que quizá sea la imagen más conocida de Sara Facio: el retrato del escritor vestido de saco y corbata, con un cigarrillo en los labios.

Andrés Duprat, director del Bellas Artes, definió la muestra como una “propia antología, su autorretrato” porque fue Facio quien estuvo a cargo de la curaduría, evocando un poco su rol al frente de la Colección de Fotografía del Bellas Artes y de la selección de muestras que ocupó entre fines de los 90 y 2012. Su última participación como curadora temporal fue en el año 2014. A propósito de esta exposición, la fotógrafa donó libros de artistas y otros materiales que enriquecen el caudal que la artista viene legando al museo desde 1995.

Casi todas en blanco y negro, algunas -pocas- intervenidas, las fotografías que se presentan en el museo y que forman parte de la colección personal de Facio recorren distintos momentos de su producción entre 1960 y 2010: están los retratos a artistas, como el colorido de María Elena Walsh, Jorge Luis Borges, Rómulo Macció, Octavio Paz Ernesto Sábato, en una foto que lo inmortaliza con sus dedos haciendo un gesto muy particular. Atenta a la visita del presidente de Chile, Gabriel Boric, Facio incorporó a la selección la serie de Pablo Neruda de la década del 70, en la que aparece con Salvador Allende, con Matilde Urrutia o Mario Vargas Llosa.

Otra serie memorable es la de los funerales de Juan Domingo Perón, en la que sintetiza sus dos búsquedas más potentes: el testimonio y el retrato. Si bien Facio asistió a esos días de ritual para cubrir como fotorreportera de un medio de comunicación, también registró imágenes desde una mirada más personal, artística, y de allí salió, por ejemplo, la famosa fotografía “Los muchachos peronistas”, donde cuatro jóvenes miran a la cámara y si no fuera por el título de la imagen, nadie podría inferir que se trata de un testimonio visual de la juventud peronista en días de duelo. Pero Facio la titula así y, entonces, lo que produce es impactante y conmovedor porque logra captar la desazón, la tristeza pero hasta cierta tranquilidad de una generación que asumía con orgullo una pertenencia política partidaria.

La exposición olvidada y una lectura a cuatro artistas chilenos

Luego de su exhibición en Chile, llega al Bellas Artes esta propuesta que reedita dos muestras históricas que tuvieron lugar en la década del 70 y del 80 y que fueron producidas por el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) de Buenos Aires, un centro innovador y de vanguardia que fundó Jorge Glusberg, crítico cultural, promotor de arte, ex director del Bellas Artes. La investigación de lo que fueron estas muestras y la curaduría que desembarca ahora la llevaron adelante Mariana Marchesi, directora artística del Museo, y Sebastián Vidal Valenzuela, académico de la Universidad Alberto Hurtado.

Hacia un perfil del arte latinoamericano es la muestra olvidada a la que hace mención el título de la propuesta chilena. Le dicen olvidada porque nunca llegó a inaugurarse en Chile -sí lo había hecho antes en Colombia-, ya que cuando preveía abrir al público, en 1973, el golpe de Estado derrocó a Allende y todo quedó en el olvido. Se trataba de una gran exposición de heliografías pensada como muestra itinerante con obras que fueron realizadas en papel foto sensible, un material que permitía la circulación y abarataba los costos de producción. Como dice Marchesi, los artistas estaban pensando en cómo “democratizar los medios de producción”, precisamente en un contexto político de gobiernos populares que buscaban imaginar otras formas de producción cultural.

El montaje que reedita el Bellas Artes es muy llamativo: casi al ras del piso y hasta el techo se despliegan 143 de heliografías de 68 artistas en un color un poco amarillento que expresa el espíritu que se pensó originalmente de accesibilidad económica igualitaria para los artistas de América Latina. Si bien en un primer avisaje todo se parece porque las obras se exhiben en un mismo formato casi estandarizadas, al acercarse cada pieza toma su propia dimensión porque se despliega la mirada de cara artista en torno a tres premisas convocantes: portabilidad, economía de recursos y reproductibilidad. Entre los artistas argentinos que se sumaron a esta propuesta figuran Antonio Berni, Clorindo Testa, Víctor Grippo, Nicolás García Uriburu, Juan Carlos Romero, Marie Orensanz, Jacques Bedel, Luis Benedit, Elsa Cerrato Luis Pazos.

En diálogo con esta exposición móvil, situada doce años después, en 1985, está la otra reedición de una muestra en el CAYC que reunió en Buenos Aires a cuatro artistas chilenos: Gonzalo Díaz, Eugenio Dittborn, Alfredo Jaar Carlos Leppe. Sus obras se inscriben en producciones pensadas desde la periferia, ya sea en la relación con el deseo, la utilización de recursos disimiles como la tierra y las luces de neón, o la experimentación sobre lo fugaz y lo frágil. De distintos modos, los cuatro artistas se enuncian críticos en relación a la tiranía y la opresión que en su país lleva la marca de Pinochet.

En este último sentido, la muestra inaugurada activa una lectura muy potente sobre la realidad geopolítica de la región entre posdictaduras y dictaduras: mientras en Argentina, la democracia se celebraba como un sistema definitorio para la organización de la Nación, en Chile Pinochet se erigía con un gobierno dictatorial largo. En esa línea muy clara se presenta el trabajo de Carlos Leppe con su “Proyecto de demolición de la cordillera de Los Andes”. Se trata de una obra -recreada- en la que el Obelisco aparece “como una forma inestable dibujada con material inestable como la tiza”, señalan los curadores. “Leppe lo que quería era demoler la Cordillera de los Andes para que los aires democráticos que vivía Argentina en el 85 llegara a Chile”, dice a su turno el curador chileno, Sebastián Vidal Valenzuela.

También la de Jaar es una obra sobre las transiciones democráticas, como una “luz de esperanza” para la región. Se trata de la instalación “O Adeus”, en la que obre una base de tierra unos quince neones verdes apuntan en diagonal hacia las portadas de unas revistas argentinas cuyas portadas muestran el triunfo de Ricardo Alfonsín y la democracia, mientras que en otra dirección cuelgan diarios brasileños con referencia al funeral del presidente Tancredo Neves, quien murió antes de asumir su cargo.

Por su parte, Eugenio Dittborn expone pinturas aeropostales, serigrafías realizadas en papel craft, las cuales fueron pensadas para ser enviadas por correo, una estrategia que proyectó para poder movilizar sus obras durante la dictadura. Por otro lado, están las seis grandes copias de autor que Gonzalo Díaz realizó para esta muestra y que recuperan, con colores equivalentes, lo que fue su participación en 1985 cuando presentó obras en gran tamaño que jugaban con la idea de transgredir los límites de la pintura a través del grabado. Lo que se ve ahora son reivindicaciones del deseo, lo afectivo, la sexualidad y el amor.

*Las exposiciones se pueden visitar de manera gratuita en Museo Nacional de Bellas Artes, avenida Del Libertador 1473, de martes a viernes, de 11 a 20, y sábados y domingos, de 10 a 20.

 

 

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