El HOMBRE COMUN

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Buenos Aires Sos (BAS) (Por Osvaldo Ardizzone).- Escribió en El Gráfico, Goles y Tiempo Argentino. Maestro de periodistas. Bohemio, recitador, porteño, amante de Buenos Aires. «Ciudad de antes, ciudad de ahora. Tu cielo de antenas se llevó para siempre un sueño de barrilete pobre. El asfalto lustroso le quitó vigencia a la chata cadenera que empujaba repechos, allá por Centenera. Y el guapo se encontró de pronto frente a la gayola del laburo y apretando entre los labios la última protesta de su faso de cafiolo se hizo gil. Pero gil de frente, sabiendo que era gil. Archivando junto a las viejas hazañas el gancho gris de su pasado para que el sol le fuera quemando las arrugas, le fuera cambiando el alma y la vida. Y aquella mina otaria con caderas de milonga y con sueños de griseta, se cambió la bata negra y el percal de la miseria por una novela nueva que no quiere mishiadura ni frasquitos de colores, ni gavion que tira ‘el carro ni garron que la chorree. Ni las brumas del Riachuelo ni las nieblas de Pompeya. Y aunque sea fulería y traición aquel pasado, esta piba que le pifia con su pollera ligera quiere el sol de otra mañana con un baño sin letrina, con el agua a veinte grados y un peluquero marica que le bata en italiano que es el último peinado de Paris o de Milán. Por eso hermano olvidate del pasado y llora junto conmigo que Estercita ya está muerta y Malena se ha perdido con su tango perfumado. Pero en medio del cemento y del sol, y sin neblina, la peca sigue ganando y perderán los de abajo y chacaran los de arriba. Porque es la guita que manda. Es la mosca que domina y siempre talló el que tiene y apunta al que esta jugao. Y aunque te hagan el verso, con chamuyo proletario, la mosqueta nunca muere, por que siempre habrá un otario pa’ soñar con la mentira. El que no llora no mama y el que no afana es un gil, para vos este recuerdo viejo Discepolín, que en el horno embadurnado donde lloró tu tortura, la biblia sigue angustiada frente a un libro de posturas mientras un marica mersa se hace trampa de un boliche donde se baten las musas. Minas con rapè y caniches y poetas angustiados que laburan de rebeldes, desde un bulín perfumado. Y cuando allá en la mañana se arma el chivo fulero, allá por el lado del puerto y Buenos Aires despierta, zarpo del sur para el laburo, un trompa llega de apuro para un juicio en Tribunales, en autos caratulados por embargo de jornales. Perdóname Buenos Aires estas estrofas cabreras. Siempre hubo cosas fuleras . Yo las bato aunque me duela.» Osvaldo Ardizzone

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