OSCAR CONDE DESPLIEGA UNA JERGA PROPIA Y RICA EN MATICES

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Buenos Aires SOS.- 25 de octubre de 2011.- (Por Jorge Boccanera).- La imagen de un puerto recibiendo barcos con banderas diferentes podría sintetizar el habla popular de los argentinos, un léxico coloquial armado con préstamos de las lenguas de los inmigrantes sobre el que abre sus líneas de investigación el escritor Oscar Conde para dar en su libro «Lunfardo» una visión ampliada y enriquecida del tema.
Pero sobre todo, Conde, por fuera de miradas estrechas y prejuiciosas, despliega nuestra jerga en un abanico sustancioso de posibilidades expresivas, hurgando tanto en sus matices -lo que da cuenta de lo pormenorizado de su análisis- como en su relación con la historia.

En sus más de quinientas páginas este ensayo editado por Taurus, analiza la procedencia de este vocabulario diverso, su complejo proceso de conformación, a la vez que desmenuza su incidencia en la literatura popular y los debates que suscitó entre partidarios y detractores.

Conde, bonaerense nacido en 1961, doctor en Letras y catedrático en varias universidades, sostiene que la eclosión del lunfardo hacia 1870 tiene que ver con el cruce «del criollo con los distintos grupos de inmigrantes, especialmente italianos, primero en el patio del conventillo y luego en los lugares públicos de diversión».

El término que va a designar a nuestra jerga aparece en Buenos Aires con el préstamo de un término italiano, «lunfardo», que en principio designaba al ladrón y que según estudios del propio Conde, es una palabra antigua que ya figuraba en el «Decamerón» en 1353, para designar a un usurero lombardo.

El libro viene a aclarar conceptos erróneos sobe el tema, como la creencia popular de que en su mayoría este vocabulario sale del italiano: «Lo que sólo estaría explicando su profusión los primeros 40 años del lunfardo, hasta cerca de 1910, cuando son numerosas las palabras que proceden de lenguas itálicas; aunque finalizada la gran inmigración, hacia 1914, la fuente principal va a ser el castellano».

Pero la controversia central que trata el libro es la visión estrecha, extendida y elitista, que vio en el lunfardo una jerga exclusiva de ladrones e ignorantes, algo que José Gobello, según Conde, se encargó de aclarar a inicios de los años 50 con su libro `Lunfardía`: «Sacó al lunfardo del ámbito de la criminología y lo acercó al de la lingüística».

La circulación del lunfardo tuvo gran difusión a través del sainete y la letra de tango, más una literatura lunfardesca anónima: «Payadores, autores de folletos, escritores costumbristas que trabajaban en revistas ilustradas y poetas que publicaron textos lunfardescos, entre ellos Felipe Fernández `Yacaré` y Dante A. Linyera».

El aporte decisivo, subraya Conde, son las letras de tango: «Ninguna otra habla popular del mundo contó con un género cancionístico tan vasto y de tanto alcance, como fue el tango para el lunfardo. Si bien numerosos autores prescindieron de lunfardismos, otros como Celedonio Flores, Cadícamo y Discépolo lo glorificaron y lo libraron del destino caricaturesco al que el sainete podría haberlo condenado».

En su documentado libro, refiere Conde la existencia de un cocoliche gallego: «Sí, un habla híbrida que utilizaron los gallegos (la mayoría, entre los españoles, que llegaron a nuestro país); mezcla de su lengua y del español rioplatense que para ellos constituía un ideal en tanto lengua de prestigio; a este `cocoliche` gallego propongo en mi libro denominarlo `farruco`».

Respecto a los muchos escritores citados en este ensayo, con posiciones polarizadas sobre el tema, resaltan las figuras de Jorge L. Borges y Roberto Arlt: «Borges, quien se cuidó de utilizar el lunfardo en su obra `oficial` – aunque lo ha hecho en sus historias escritas junto a Bioy Casares- denostó al lunfardo. Por su parte Arlt, desplegó un arsenal de lunfardismos en sus novelas y consagró varias aguafuertes a analizar la etimología de distintas palabras lunfardas».

«Es famosa la frase del joven Borges describiendo al lunfardo como `la tecnología de la furca y de la ganzúa` dice Conde, y menciona varias causas en la estigmatización del lunfardo.

«Primero a la asociación que las clases pudientes realizan entre pobreza y mal vivir, luego al hecho de que criminalistas o policías lo describen como jerga de los ladrones y finalmente a que los escritores de elite les creyeron a los policías», enumera.

Respecto a la jerga carcelaria, señala Conde como sinónimos a los términos «tumbero» y «canero», y agrega: «A lo que antes se llamaba `lunfardo canero` o simplemente `canero` hoy se lo llama `tumbero`.

Además del argot argentino, Conde reconoce la fuerza de jergas de otras geografías, como el «parlache» de Medellín, y acota que los argots son propios de las grandes urbes: «Estoy seguro de que en el Distrito Federal de México, San Pablo, Nueva Delhi y Nueva York hay vocabularios semejantes al lunfardo, aunque ninguno tuvo el instrumento de la letra de tango para su adentramiento en el alma de nuestros hablantes».

Conde, miembro de la Academia Porteña del Lunfardo, sostiene que los jóvenes son los encargados de renovar el lenguaje: «Siempre ha sido así. Son el motor principal de la renovación del lenguaje, del arte y del pensamiento; la introducción de neologismos casi siempre se debe a una creación juvenil».

Y concluye afirmando un característica del argot como elemento que cohesiona y protege contra elementos del exterior que puedan disociar: «Sí, es una especie de emblema que coloca a sus usuarios `fuera` de las normas establecidas pero `dentro` de un grupo, con el alivio que aporta un sentido de pertenencia; actúa como un marcador de cohesión, un código lingüístico común que refuerza el espíritu de cuerpo y la identidad individual y grupal».

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