PASAJEROS

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Buenos Aires Sos.- Mayo 2009.- (Por Alejandro Lema).- En un barrio olvidado de Buenos Aires, de esos que tienen nostalgia de sus recuerdos y rencores por su futuro incierto, una de tantas líneas anónima de colectivos transporta con su extenso recorrido a pasajeros de las más diversas clases y categorías. Jamás me lo habría tomado si no me hubiera perdido entre callejuelas buscando a esa novia soñada que jamás apareció.

 

 El precio del boleto es igual para todos aunque en vida difiera bastante.  El chofer me lo dijo: «una verdad a cambio de varias experiencias».  Yo mantuve el silencio y le sonreí por cortesía sin saber lo que me esperaba.  Sólo cuando me encaminé luego del boleto, lo entendí.    Están los que no tienen otro destino que llegar a la oficina y morir allí por mas que su fantasma repita el recorrido una y otra vez; su corazón yace envenenado y olvidado.  Jubilados y jubiladas que juegan con lo que queda de su vida porque nunca descubrieron como disfrutarla.  Niños que en su inocencia pactan con el diablo a futuro vendiendo su alma a cambio de un celular o un reproductor mp3.  Adolescentes que se drogan para escapar de la cárcel de la sociedad o muchachas que a cambio de un Fotolog, se embellecen tanto y se venden tan irreales que acaban por perderse en el camino.   La felicidad y la alegría brilla lo que dura su monitor encendido y detrás de tanto montaje, es el silencio quien los ahorca.  El conductor es de esos que se mantiene neutros y con mirada fija e infantil se dirige al recorrido de esas calles de ensueño aunque a veces nebulosas.  Hay paradas que no llevan a ningún lado y otras nos conducen al mismo destino de salida.  De vez en cuando sube el inspector encargado de controlar que todos paguen el boleto por su estadía; la vida.  Entre tantos pasajeros, están también los enmascarados como mi vecino que, estudia algo que no ama, sólo por el  dinero que deja, para pagar su verdadero amor, o los payasos que con risas de fuego combaten la envidia o los irónicos que satirizan hasta su vida.  La mejor amiga de mi prima; Rosalía es de las que siempre está feliz y positiva, quien se dice estar enamorada porque así loconcluye al comparar sus emociones con un libro de autoayuda, mientras Cupido desde el cielo se estrangula.  No olvidemos la triste ama de casa, la olvidada de su esposo, la mujer cornuda y la madre esclava que de vez en cuando y con permiso de su religión se reprime tanto que explota en brazos de cualquier desconocido y amanece en tantas camas distintas que con el correr de los días su hogar es sólo su hogar porque allí yace su cuarto y su infancia perdida. En alguna esquina se sube el padre Vicarios, recto y erudito cuando Dios lo observa y pedófilo y embustero cuando la noche lo domina.  Y son tantos los pasajeros que el borracho casual, el mujeriego melancólico o el poeta enamorado de la vida son los mas inocentes en esta fiesta de disfraces que ha comenzado hace tantos años ancestrales que se pierde y si se recuerda es sólo a gusto del consumidor.

Hay colectivos que terminan en medio del bullicio que no es otra cosa que el reflejo de quien se baja y hay madrugadas en donde se desvían de rumbo para detenerse en zonas estratégicas indicadas por símbolos que sólo el conductor conoce.  Tales paradas llevan a algunos a atajos referidos a su vida, otros terminan siendo encarcelados por su propia elección; tomada indirectamente  por terceros desconocidos.

Aquel pasajero que soy yo,  también pertenece al carnaval aunque en su disfraz se ve algo diferente, quizá aún mantiene el respirar y la mirada de los vivos y no el sube y baja del vientre desapercibido y la mirada perdida entre miradas desapercibidas.  En el colectivo quizá encuentre a aquellos que como yo se han percatado de la ilusión, no por ser mentira sino por ser montada.  Camino entre ellos sin ser ellos, hablo con ellos conjugando correctamente mis palabras pero sus enfermedades orales se quedan paradas justo donde comienza mi presencia.  Comparto con ellos mi vida, que me revela un sabio hindú que en realidad  nunca fue mía sino un leve recreo bajo la lupa lógica e ilusoria del tiempo.  Amo como la mayoría, pero diferente; en el clímax de todas mis relaciones el amor se me ha revelado como la amistad mas espiritual y amorosa de todas.  Quien dude de esto le deseo que ame en total profundidad.  Quienes lo entienden como yo, me miran, sonríen inocentemente y me abrazan; expresándome todas sus verdades y descubrimientos con el silencio compartido.

Cada línea lleva a un rumbo particular, aunque en su mayoría no sea el pasajero quien lo elija.

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