OSVALDO ARDIZZONE Y SU “HOMBRE COMÚN”

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Buenos Aires Sos (BAS), abril 2007.- Nuestra agencia recibió de parte de los hijos del periodista, ya fallecido, Osvaldo Ardizzone, la colección completa de sus columnas “El Hombre Común”, publicadas en la revista deportiva “Goles Match”, y otros escritos, que Buenos Aires Sos editará semanalmente, tanto en su agencia, como en el sitio que posee en Internet ( www.buenosairessos.com ). ¡Los cuatrocientos años de Buenos Aires, Juan…! Un montón de historias, de tradiciones, pero ¿es chiquilina, no es cierto…? Hasta me atrevo a decirte, Juan, que cada día la descubro más muchacha todavía, hasta más atrevida en ese desenfado que anda en el aire, que rumorea en la prisa de sus calles, que enciende la noche de Lavalle en el bullicio del sábado presentido en los sueños de la agobiadora rutina cotidiana. En esas ganas de darse un beso con la esperanza que espera desde hace tanto tiempo… Sí, Juan, es más muchacha, pero anda, crece en las ganas de ser de su gente…Tal vez sea más pueril, pero menos almidonada. Tal vez más audaz, pero menos solemne… ¿Sabes que pienso, Juan? Que debajo de ese atrevimiento vestido de frívola ligereza se incuba un fermento que se está buscando adentro para ir madurando su nueva y legítima identidad… Hurgando en sus sensaciones, en sus angustias, en sus fracasos, en sus decepciones, en sus esperanzas, en sus ternuras para ir elaborando su nueva melodía despojada de todo melindre artificioso que conspire contra las conclusiones de sus verdaderas fuentes de inspiración… ¿Te parece convencional mi argumento, Juan?. Tal vez lo sea, pero para mí Buenos Aires anda y crece cada día y cada día se ve más muchacha porque está incubando su nuevo amanecer. Porque pretende ir en busca del mañana con las alas nuevas, quizás todavía inmaduras, pero nuevas en la lozanía de sus sueños… Sé, Juan, que los exegetas del pasado, los coleccionistas de piezas antiguas, podrán erguirse irritados por un argumento que insinúa su postergación…No…No es así, Juan. Buenos Aires en el proceso de su crecimiento, seguirá escuchando las voces de los maestros imperecederos que nunca se han traicionado en su sinceridad. Seguirá cantando los versos del poeta que prefirió morir entre un puñado de facturas impagas, pero con un pájaro sobre el hombro. Rescatará de humedad de los anaqueles los trazos vigorosos de los que prefirieron el grito antes que el silencio. Recogerá en el eco de los teatros dormidos, las voces mágicas de los artistas que llegaron al pueblo… De a poco, de a poco, Juan, será indiferente a las voces estentóreas de los mercaderes que le han lastimado su candor, a los oportunistas del best seller, a los exegetas del tango decrépito, a los expertos en museología, a los invasores del marketing que le han enjaulado los pájaros de la fantasía, a los «hombres buenos» que dilapidan tediosamente el tiempo –el de ellos y el de los demás- discutiendo la venta de un jugador de fútbol con frases inflamadas de hueco patrioterismo. A los pseudos dramaturgos que le venden teatro en serie con héroes y heroínas que nada tienen que ver con la realidad argentina… De los censores que administran la moral «artística» postergando el talento para dar paso a la intencionada «picardía» del chiste ramplón y adocenado. Entonces, Juan, así como cada día crece y se embellece en su gracia edilicia, en la esperanza de su gente, en esas ganas de «ser» que el hombre alienta, descubrirá que en sus manos se ocultaba un artesano, en su canto el poema adormecido, escuchará una nueva melodía en su silbido y, en la magia de creer, se sentirá vigorosa para crear… ¿Sabes, Juan?. Cuando recién despuntaba a ese tiempo en que uno comienza a mirar a las muchachas, sentí la seducción de Buenos Aires…Tal vez fue en aquella primera madrugada clandestina cuando me atreví a cortejarla deslumbrado por sus susurros nocturnos…Cuando la ternura del fueye de Pichuco turbó mis candorosos asombros. Cuando supe que Discepolín era tan chiquito… Cuando los ví juntos a Adolfo Pedernera y al Charro Moreno en la esquina de Corrientes y Maipú. Cuando se me enrojecieron las manos de tanto aplaudir a Luis Arata. Cuando le dije ¡chau! a Dringue y a Castrito, justo en la esquina de aquel Maipo. Cuando llevé a la vieja al Odeón a ver a Rugero Ruggeri haciendo Pirandello. Entonces ¿sabes, Juan, que me parecía Buenos Aires? Una de esas hembras maduras, de caderas generosas, de carnes mórbidas, sabia en caricias para mí desconocidas. Y la busqué, Juan, con ese desamparo de muchacho todavía inmaduro para la intención de un requiebro. Alguna vez me llevé la esperanza de la cita prometida, otra vez le robé un beso furtivo… Pero, nunca fue mía… Siempre la crueldad de su carcajada burlona y una nueva promesa después desvanecida… Y, ahora que la camino, Juan, la veo cada vez más muchacha, cada vez más chiquilina… Pero anda, Juan, crece, cada vez más lozana, más audaz…Quiere ser, elegirse su propio destino…Como esa muchacha, Juan, esa que trepa al colectivo con la seducción de ese jean ceñido. Como ese muchacho que, a veces, la toma del brazo…Como esos dos que vemos entrar en la Facultad, cuando ya cumplieron el horario de oficina. Como esa muchacha y ese muchacho que el sábado a la noche se rebuscaban en los bolsillos frente a la boletería del cine… Gardel sigue cantando Con la voz de mi tiempo Pero, ya me suena extraño, Ya me cuesta entenderlo… Es que fue desde entonces que busco a Buenos Aires y, aunque siga encontrando un por qué sin respuesta, me inventaré el mejor piropo los versos de mi mejor poema que logren conmoverla y me diga ¡soy tuya! antes de que me muera… Chau, Juan…Por el futuro de estos cuatrocientos años de la muchacha más posta del mundo… (Osvaldo Ardizzone, 1980)

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