GRAN HERMANO TE ENSEÑA A EXCLUIR

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Buenos Aires Sos (BAS).- Octubre 2007.- (Por Antonio Elio Brailovsky).- Debería llamarnos la atención el enorme éxito internacional de un programa de televisión basado en la degradación de los participantes, como es “Gran Hermano”.

 

La construcción artificial de una vida privada pensada para ser espiada y discutida por millones de personas dejará en ellos secuelas psicológicas por el resto de sus vidas.

Un participante de «Gran hermano» sufrió un brote psicótico, con alucinaciones. Otro, pedía a gritos «las pastis, las pastis«, que le permitieran soportar el rigor del encierro mientras se daba su cabeza contra la pared de utilería. Una joven contabilizó al menos cuatro intentos de suicidio, antes y después de su aislamiento frente a millones de personas. Y otro de los aspirantes a estrella terminó internado en una clínica para rehabilitarse del alcohol.

Sin embargo, su real atractivo va más allá de esta sofisticada forma de tortura.

«Gran Hermano» es un recuerdo del dictador omnipresente de la novela «1984» de George Orwell, y su propuesta es ofrecer al espectador ingenuo los mismos poderes que tenía ese tirano imaginario. Poder no sólo para espiar lo que el público cree que es la vida privada de las víctimas, sino, y muy especialmente, poder para que se queden o se vayan.

Y aquí está el aspecto más perverso de un programa que transforma la perversión en dinero.

A lo largo de una generación, vimos cómo se pasaba de un modelo social que procuraba incluir dentro del circuito económico y cultural a la mayor parte de las personas, a un modelo neoliberal, basado en la exclusión social.

Llama la atención el que la exclusión sea tan aceptada por los distintos sectores políticos, que no ha sido utilizada como argumento central en la campaña electoral que se está desarrollando en la Argentina.

La pregunta es cómo se hace para naturalizar algo tan horrible como dejar afuera de la sociedad a millones de personas. Y en esto ha ayudado una intensa presión mediática, que nos muestra que lo normal es que la mayor parte de la gente se quede afuera de la casa y de la vida. Así como «La femme Nikita» nos enseñó que el imperio va a asesinar a todos los que le molesten, «Gran Hermano»  nos ofrece un lugar ilusorio en la sociedad excluyente.

Nos cobran por participar en una elección sin fiscales (y por ende sin ningún control del escrutinio) para echar de la casa a alguna persona.

El que expulsa no es el expulsado. Nos quedamos tranquilos.

«Gran Hermano»  cumple con una función pedagógica. Nos enseña que lo normal es que el orden social deje afuera a los demás.

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