Buenos Aires SOS

28 de octubre de 2016.- (Por Gabriela Sharpe).- Si recorres el barrio de San Telmo con ganas de desayunar o por la tarde  tomar un cafecito, hay un lugar muy especial, se trata de la panadería y confitería Europa, ubicada en Carlos Calvo al 600.

El local pasa desapercibido, luces, no diría tenues, más bien poca iluminación, las mesas muy juntas, sin decoración alguna. Lo que caracteriza al local son los parroquianos. Es gente del barrio, que se conoce de hace años y no se hablan, cada cual ocupa una mesa y se enfrasca en la lectura del diario, qué decir cuando entra un forastero (alquien que a todas luces, para ellos, no la juega de local) o turistas. Todas las miradas, al unísono, como si fuera un pacto tácito, dejan el diario y se enfocan en los recién llegados. Los miran, los estudian, y vuelven a su lectura.

El problema radica cuando entra un habitué, que por vaya a saber que contratiempo, llega más tarde y no tiene el diario. Ahí comienza una guerra de miradas, una guerra silenciosa, que no llega a incomodar al que en ese momento tiene todo el poder, es decir, hojea el diario. Así pueden quedarse horas, así se les pasa la mañana a estos santelminos caprichosos y de poco chamuyo.

El silencio oprime, cada uno sentado solo en «su» mesa, porque de eso se trata, de llegar y sentarse en la misma mesa por años, sólo se escucha el ir y venir de las mozas.

El silencio se rompe cuando alguien entra sólo para ser atendido en la panadería y con voz natural (en ese ambiente deja de ser todo natural y pareciera que escuchasen un grito) pide medio de pan. Es el único momento en que se escuchan ruidos de sillas, toses y cierta incomodidad. Porque la gente debe entender que el silencio, junto con el diario, son amos y señores del lugar.

Un rincón muy especial en San Telmo,y esto no es puro cuento. Hacé la prueba.