Borrá todo lo que dije del amor porque no sabía bien quién era

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(Por Julián Nassif) Con una obra que bien podría haber salido del algún BAFICIGuillermina Pico entrega una sucesión de imágenes registradas a lo largo de, aproximadamente, 6 años (al menos aquello declara el film en sus créditos), donde se observan diferentes momentos de su vida (o eso es lo que uno imagina), plasmando variados pasajes en diferentes situaciones y latitudes con dispares personajes, en lo que parecería ser más un diario íntimo audiovisual que una película.

La referencia se desprende de que no existe un hilo conductor narrativo ni dramático en el film más que breves momentos de belleza visual o sentimental, que parecen haber acompañado aquel tramo de la vida de la realizadora y que son apuntalados con textos que intercalan las imágenes, por instantes recordando al formato del cine mudo, donde aquellos aportaban al plano para clarificar el núcleo dramático frente a la falta del diálogo sonoro.

En lo que podría haber sido el relato de un fragmento de vida, Pico recae en una construcción “demasiado” poética, que solo parece encontrar sentido en su carga nostálgica y en las propias vivencias documentadas de su autora, sin poder atravesarse a si misma para lograr trasladar aquellas emociones al espectador, resultando en algo tan personal que roza al egoísmo.

Consiguiendo hacer mella en la generación de climas y resaltando unas cuantas incógnitas, se produce la sensación de haber quedado a mitad de camino, dejando con ganas al espectador de entender un poco más o de encontrar cual es la idea que se intenta relatar. Que todo sea “aparente” genera desorientación y de esa forma quien observa queda perdido en aquel pantano de recuerdos.

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La referencia se desprende de que no existe un hilo conductor narrativo ni dramático en el film más que breves momentos de belleza visual o sentimental, que parecen haber acompañado aquel tramo de la vida de la realizadora y que son apuntalados con textos que intercalan las imágenes, por instantes recordando al formato del cine mudo, donde aquellos aportaban al plano para clarificar el núcleo dramático frente a la falta del diálogo sonoro.

En lo que podría haber sido el relato de un fragmento de vida, Pico recae en una construcción “demasiado” poética, que solo parece encontrar sentido en su carga nostálgica y en las propias vivencias documentadas de su autora, sin poder atravesarse a si misma para lograr trasladar aquellas emociones al espectador, resultando en algo tan personal que roza al egoísmo.

Consiguiendo hacer mella en la generación de climas y resaltando unas cuantas incógnitas, se produce la sensación de haber quedado a mitad de camino, dejando con ganas al espectador de entender un poco más o de encontrar cual es la idea que se intenta relatar. Que todo sea “aparente” genera desorientación y de esa forma quien observa queda perdido en aquel pantano de recuerdos.

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