2×1, las pelotas!

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Esta es nuestra marca país. No busquen más. No es el dulce de leche, no es Messi, no es Ginobili.

Hace 27 años, Menem decretaba los indultos a los genocidas de la Junta Militar, inaugurando así la década más triste y cruel que tuvimos desde 1983. Los 90.
En ese entonces, los organismos de DDHH y miles de miles de ciudadanos nos opusimos y nos movilizamos contra semejante retroceso. Sin embargo, no logramos que la sociedad nos acompañe con la contundencia necesaria como para revertirlo.
Hoy, 27 años después, tres miembros de nuestro máximo Tribunal quisieron imponernos una forma de indulto más sutil y rebuscada; más perversa (nos dijeron que estábamos siendo arbitrarios con los mayores criminales que gobernaron este país por no concederles un beneficio que no regia cuando ellos comenzaron a poder ser juzgados). Como si nada hubiera pasado, como si la sociedad como cuerpo social no hubiera aprendido nada en todos estos años, como si la lucha contra la impunidad no estuviera encarnada en los poros de cada habitante de este suelo, dinamitado por un sinfín de hechos impunes que esperan reparación. Como si hubieran estado aislados en el claustro, solo preocupados en el saber dogmático, despreocupados de la realidad y el sufrimiento de nuestra sociedad. Demostrando, una vez más, que el mérito de sabe derecho no debería ser requisito suficiente como para ocupar una poltrona en el principal Poder institucional en el q descansa nuestra fe republicana.
Alcanzó una semana para que los anticuerpos sociales y políticos se activaran. ¡Una semana! ¡Cuánto y qué bien hemos aprendido los argentinos en estos 27 años! Esta es nuestra marca país. No busquen más. No es el dulce de leche, no es Messi, no es Ginobili. Al contrario, ellos puede agregar a su magia el orgullo de ser parte de una sociedad que es ejemplo mundial en la lucha contra la impunidad.
Alcanzaron siete días para sepultar este nuevo intento de impunidad que, hay que decirlo, es parte de una estrategia que se ha ido incubando pacientemente en el sótano oscuro del círculo rojo, y que ya había dejado su huella en la relativización del número de desaparecidos, en la asociación de la lucha de los derechos humanos con la corrupción (salpicando a todos los que hicieron de esta lucha su militancia), en la desactivación de los resortes institucionales que garantizaban mantener al Estado activo en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, en los desfiles patrios en los que volvieron a aparecer, como héroes, personajes asociados al proceso militar y los carapintadas; y en muchas otras sutiles formas de manifestar desprecio por esta larga lucha de la sociedad contra la impunidad.
Repitámoslo: UNA SEMANA y pumbate. Pellízquenme! No sea cosa que este soñando. ¡No! Es maravillosamente real. Los argentinos somos duros para aprender de nuestra experiencia (como casi todos los pueblos del mundo, sea dicho con justicia) pero, al menos en este tema, y a costa de mucha sangre y sufrimiento, hemos aprendido. Y en tan solo una semana hemos dejado claro ante el mundo y, especialmente, a los que hoy les toca gobernar, que no estamos dispuestos a volver a la larga noche de impunidad que hace 27 años inauguraba un tránsfuga de patillas. ¡Nunca más!

(Por Rafael Gentili) ex legislador porteño

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