TELÚRICO TELO

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Buenos Aires SOS.- 3 de noviembre de 2011.- Tan porteño como el colectivo (hoy bondi) o como la birome, el telo tiene incluso  un nombre bien vernáculo, con perdón de la palabra.  Porque deriva de ese malabar del lenguaje, también propio del habitante de la ciudad de Buenos Aires, que es el hablar «al vesre», es decir, al revés.  Telo, entonces, es el vesre por «hotel», si bien en el camino perdió la hache (no tiene sentido escribir teloh).

El nombre «culto» es albergue transitorio, y así se los promociona, en general con una plaquita más o menos austera adosada a la pared.  Los del centro de la ciudad suelen enmascararse detrás de un frente cubierto por macetas de árboles frondosos, para facilitar un ingreso «discreto» a la pareja que viene a pasar unas horas dentro.

Hay quienes lo llaman «mueble», palabra que sintetiza en lunfardo contemporáneo el cuarto amueblado.  Hubo también un tiempo, allá por los años 50, en que el telo se denominaba «hotel alojamiento».  Esta década es aquella en que la actividad se volvió negocio, pasando de simples casas chorizos donde se alquilaban cuartos por hora a verdaderos hoteles construidos a propósito.  En la década siguiente, los años del flower power y el amor libre, el telo alcanzó su auge.  Lo testimonias las numerosas películas nacionales que lo tuvieron como eje de su argumento, siendo las más célebres de ellas La Cigarra no es un bicho (Daniel Tinayre, 1963) y Hotel alojamiento (Fernando Ayala, 1966).

Parece que los orígenes históricos del transitorio se remontan a 1937, cuando se promulgó la Ley 12.331, también llamada «de profilaxis».  No olvidemos que esa fecha está próxima a la gran crisis del 29-30, cuando muchos dandys porteños acostumbrados a mantener para sus trampas el «bulín» tan cantado por el tango (departamento de soltero), debieron abandonar este lujo.  Mucho más barato era alquilar un cuarto por horas.  De ahí el albergue transitorio.  ¿Pero es un invento argentino? ¿No existe algo equivalente en otros países? Francia -particularmente París- era el referente para el porteño del 900.  En uno de sus vodeviles más hilarantes, El hotel del libre intercambio (1894), Georges Feydeau sitúa la acción en uno de estos albergues.  Hoy, sin embargo, no existe algo equivalente al telo en París.  En cambio, es parte de la colorida identidad porteña.

Se afirma que los telos de Buenos Aires rozan los doscientos.  Mucha agua pasó bajo el puente desde las sencillas habitaciones provistas apenas de una cama grande que conoció el cuen tista Horacio Quiroga.  En la década del 60 los telos se volvieron más atractivos cuando La Cigarra, el famoso albergue de la película homónima, ubicado en Palermo, incorporó televisores en los cuartos.  También se jacta este hotel -aún vigente- de haber puesto de moda las habitaciones espejadas.  Así, los telos debieron ser la gran pesadilla del porteñisimo Borges, que en su maravilloso cuento Tiön, Uqbar, Orbis Tertius (1941), escribió: «los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres».

A fines de los años 80 y principios de los 90, la novedad fue el hidromasaje.  Luego, ya en nuestros tiempos, los telos pasaron definitivamente de ser reductos para el amor clandestino a representar una salida de pareja, una diversión compartida por cónyuges.  Prueba de ello constituye la aparición de los «telos temáticos», valga la aliteración.  Por un valor un poco mayor al cobrado por la competencia, estas empresas ofrecen una fantasía: la habitación romana, la selva tropical, el canal veneciano…Tan asimilado a la cultura pop está el telo en la actualidad que artistas plásticos de renombre -Renata Schussheim y Marta Minujín entre ellos- fueron convocados en su momento para decorar alguno que podía permitirse el lujo de pagar sus servicios.

Por algunas avenidas del sur de la capital las fachadas de los telos son deliberadamente bizarras, corazones de neón, copas que brindan con champagne, cartelones con nombres sugerentes.  En Constitución hay uno que se llama El velero.  En Parque Patricios está El Colorado.  Los nombres son muy variados: Amapola, Coquett, Feline, Pink, Faraón, O´tello, Covadonga, La Fusta

Hace menos de un lustro que se permite la entrada al telo de personas del mismo sexo.  Algunos regalan chocolates que dejan en las almohadas.  En todos hay preservativos en las mesitas de luz.

Aquel que quiera sentirse bien porteño, en suma, no tiene más que subirse a un bondi, bajarse en la puerta de un telo de barrio y meterse dentro, llevando a alguien de la mano, con un pote de dulce de leche.  Para consumirlo como mejor guste.  (Fuente:Planeando sobre BUE 10-11)

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