MITOS Y REALIDADES DE LOS ESCRITORES DE PARQUE CHAS

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Buenos Aires Sos (BAS).- Julio 2007.- (Por Nuri Mateu).- La personalidad de cada barrio está determinada por el origen de sus habitantes, su topografía y los sucesos históricos. Por eso Borges puede ubicar sus cuchilleros en Palermo, Sábato sus torturados personajes en Belgrano, y los autores de Tango traen al bailarín compadrito luciendo sus pasos por las cortadas de Barracas al Sur. Este relato intenta demostrar que Parque Chas se presta para elaborar cualquier fantasía, por más disparatada que ésta sea, (éste cuento incluido). Pero… ¿qué es lo que atrae de Parque Chas? Sin duda su misterio, que alimentado por el espíritu del Minotauro de Creta, inspiró relatos que ni los refutadores de leyendas de las crónicas del «Angel Gris» pudieron con ellos. Una de las excepciones fue Luis Luchi, que debía su inspiración a su entrañable amor al barrio, y soñaba con fundar «La República Independiente de Parque Chas». De su casa de Tréveris, y luego de Bauness y Bauness surgían innumerables obras. Cuando tuvo que irse en el 76, enfiló hacia Barcelona, donde la nostalgia nunca lo abandonó. Sin lograr la vuelta definitiva, recuperamos algo de su presencia a través de su último libro «Amores y Poemas de Parque Chas». En el año 87, el guionista Ricardo Barreiro y el dibujante Eduardo Risso comienzan a publicar en la revista «Fierro» su historieta de mitos y leyendas «Parque Chas I y II» que tuvo trascendencia fuera del país y fue editada en Europa (Italia, Francia). Sus protagonistas vivían un sinfín de aventuras, hasta hallar en los sótanos de una escuela el libro misterioso de los secretos, el conocimiento, la sabiduría y la locura, y terminan encontrando la realidad. En la novela «El cantor de tango» aún inédita, de Tomás Eloy Martínez, la acción transcurre en Parque Chas y Villa Urquiza. Jorge Humberto Ghersa nos cuenta de cómo Cacho despistó a la muerte corriendo por Berna, Bruselas, Victorica… También están los que van en busca de aventuras y se sienten frustados cuandon encuentran enseguida la salida, como le ocurrió al humorista Rep en ocasión de nuestro 75 aniversario. Pero el que hizo a Parque Chas, sin duda fue Dolina. En su crónica «Perdidos en Parque Chas» relata las peripecias de Mandeb y sus amigos en aquel baile de la calle Budapest, al que nunca llegaron, su encuentro con el viejito que desde el año 39 vive del quisco que instalo, soñando con encontrar la salida y volver a su viejo barrio de Villa Crespo, del que imprudentemente salió un día. En «La manzana misteriosa» afirma que es imposible dar la vuelta a una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. Exploradores franceses y urbanistas catalanes probaron suerte formando equipos numerosos que partian para diversos lados y nunca conseguían regresar al punto de partida. Suconclusión es que en realidad conviene no acercarse nunca a Parque Chas. Hay quien dice que los cuentos de Dolina son trabajos por encargo, de los mismos vecinos, claro, que celosos y conservadores de sus costumbres quieren desalentar a los intrusos que podrían perturbar su tranquilidad. Ni los colectivos son bien vistos por aquí. ¿Recuerdan ese ómnibus enloquecido del Bestiario de Cortázar? Entraba por la Agronomía, bordeaba el barrio por Chorroarín a toda carrera, y no paraba hasta la Chacarita. ¿Alguien recuerda que pasó con la línea 9 de colectivos? ¡Desapareció!… ¿ la 187?… ¡ Lo mismo!… Hernan Torrado, un escritor de La Siberia, en su cuento «Línea 187» habla de la vieja leyenda que dice que una de las tantas entradas al infierno está en Parque Chas, y que la línea tenía un interno, el 666 que era el encargado de reclutar adeptos, y nunca más se lo volvía a ver. Un día, buscando datos junto con un amigo, lo vieron estacionado junto al cordón de la vereda, desde donde fueron invitados a subir, pero no aceptaron. En otra ocasión, Hernan, en su libro «El campo de las manzanas» se sintió émulo del Dante, y decidió bajar al averno guiado por Virgilio en su versión porteña de Leopoldo Marechal. Entraron por la calle Tréveris , por donde retornaron luego de una infernal aventura. Eduardo Mignogna, que pasaba los veranos con sus abuelos en Bauness y Cádiz, reconoce que los relatos escuchados por boca de los primeros inmigrantes, influyeron en determinar su posterior vocación. Cuando un escritor del barrio descubrió que ILSA, la protagonista de Casablanca, después de separarse de Ricky, apareció de incógnito en Parque Chas, y envejeció dando clases de francés, fue allí donde me animé a contar mi historia. Fue allá por los sesenta y algo, y me la contó un viejito que vivía en una que vivía en una casa cuya familia yo frecuentaba por razones sentimentales. En tono confidencial, del cual hacía cómplice a toda la familia, nos decía como un día, por las cercanías de Dublín y Liverpool apareció un hombre alto, buen mozo, pelo oscuro, de finos modales y gesto algo receloso. Casi nunca hablaba, y cuando lo hacía, por necesidad, revelaba un acento no identificable. Al parecer, se alojaba no muy lejos de allí. Los muchachos lo observaban con desconfianza, porque habían visto a más de una chica suspirar cuando lo veían. Pero él siempre daba la sensación de escapar de cualquier situación. Unos meses después, otro hombre desconocido irrumpió en el barrio, sacando una foto de su bolsillo que cada tanto mostraba a los vecinos. Lo veían pasar dando vueltas por Berlín y Gándara, girar sobre sus pasos, mirar para atrás desconcertado, pasar por la esquina de Berlín y Gándara una y otra vez, comparar una con otra, y comenzar a dar signos de estar volviéndose loco. Un día lo vieron abatido, con expresión vencida, tomando una ginebra en el Bar de Turín y Barzana. Entretanto…¿Qué había pasado con el hombre pintón, de modales refinados? Parece que recaló en la casa de la viuda. Sofía, la de la calle Londres, que se lo acaparó apenas lo vió, pero él se ingeniaba por las madrugadas para recorrer las salidas, y así escapar en el momento justo. Como era muy inteligente no le costó mucho. Ya habrán adivinado de quién se trataba. Sí, era el mismísimo Dr. Richard Kimble, el fugitivo, que había llegado a éstos lares siguiendo la pista del hombre manco, y el hombrecito de gesto hosco y malvado era el impecable inspector Gerard, que sufría una nueva frustación. Dicen que una vez terminada la serie no se lo vió más por ningún lugar, y se cree que no logró salir del barrio, pero debido a que a él también lo atrapó una viuda, aunque un poco más entrada en años y en carnes, y muy convincente, pero ésta ya es otra historia. (Artículo publicado en parquechasweb)

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