LA VIDA ARTIFICIAL

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Buenos Aires Sos (BAS).- Enero 2008.- (Por Pablo Winokur).- Muchas veces se asocia a los títeres con espectáculos infantiles. Pero el teatro con objetos -como se denomina a la disciplina- es mucho más amplio e incluye marionetas, muñecos, sombras, máscaras y cualquier objeto que se quiera utilizar con un fin dramático. Distintos titiriteros cuentan por qué lo consideran un arte distinto. Carreras universitarias, talleres, espectáculos para adultos, museos… una recorrida a un mundo cuyo mayor mérito es el de dar vida a casi cualquier cosa.

 

 

El Capitán Tijera estaba en problemas. Nada podía salvarlo de la grave caída. Su vida pendía de un hilo… de un hilo de pizza del cual estaba colgado. Si por alguna razón la cuerda se cortaba, caería indefectiblemente a la boca de la temida cartuchera, la cual tenía orden expresa del villano Goma Man, de devorarse a nuestro amado superhéroe.

En el peor momento, ya sin fuerzas, el Capitán Tijera se dio vuelta, cortó el hilo, comenzó a abrir y cerrar sus aletas y salió volando, evitando la mortal caída. Tomó entre sus filos a Goma Man y lo llevó rápidamente a la prisión del pueblo, de donde seguramente saldría pronto, para volver a hacer sus más tremendas fechorías.

Todos alguna vez fuimos titiriteros. Mi títere favorito era el Capitán Tijera, único juguete disponible en algunas clases de la primaria. Cualquier adulto habría pensado que estaba moviendo una tijera; en cambio, para mí el Capitán estaba ahí, dispuesto a combatir el mal y salvar al mundo.

De a poco nos empezamos a sentir grandes y los objetos pasan a ser simplemente objetos. La tijera corta, la goma borra y la cartuchera no se come las cosas, sino que simplemente las guarda.

Según la definición de un prestigioso titiritero argentino llamado Ariel Bufano un títere es “todo objeto movido en función dramática”; o sea, cualquier cosa movida dentro de un espacio escénico con una manipulación.

Meterse en el mundo de los títeres es animarse a volver a ese universo dejado en la infancia, que luego descubriría que está muy lejos de ser exclusivamente para chicos.

En Piedras al 700, en la Ciudad de Buenos Aires existe un Museo del Títere. Allí se puede ver todo tipo de muñecos y marionetas de todas las épocas y lugares. Me recibe Sara Bianchi, una mujer de unos 80 años que es titiritera profesional desde hace 62 años.

Sara me invita a una recorrida por los pasillos del museo que dirige. “En el títere encontré todo: el teatro, la plástica, la literatura todo junto y una vez que lo descubrí y vi el enorme campo que había para trabajar ya no lo dejé. Todo lo que iba aprendiendo lo volcaba al títere”, me cuenta mientras paseamos por el lugar.

-¿Qué puede decir un muñeco que no pueda decir una persona?- le pregunto.

 Decir, puede decir lo mismo. Pero uno puede volcar en él cosas imposibles en el humano. El títere no tiene espacio, puede volar, caerse, morirse y resucitar todo junto. Puede pelear, le puede saltar la cabeza y ponérsela él mismo; hay muchos juegos que son esencialmente titiriteros.

Así comienza a explicar los distintos tipos de títeres que existen. El de guante es el más conocido. Pero no es el único. Existen distintas modalidades de muñecos y objetos que pueden aparecer en escena, algunos mucho más atractivos.

Los primeros aparecieron hace 5000 años, me cuenta Sara. En realidad no eran títeres tal como hoy los conocemos, sino simples figuritas articuladas; es decir tenían sólo dos dimensiones. El titiritero las ponía atrás de una tela y colocaba la figura entre la luz y la tela. Así se daban espectáculos de sombras. Lo curioso es que también inventaron una técnica para que las sombras tengan distintos colores. Este tipo de títere es oriundo de Indonesia y la China. De aquí viene la famosa expresión sombras chinas.

Luego, se pensó en hacer esos mismos muñecos en tres dimensiones. Y aparecieron los títeres de varilla. Tienen una vara en el medio, similar a nuestra columna vertebral que conecta la cabeza y el cuerpo. El titiritero lo toma desde abajo y puede mover así su cuello.

Más tarde, en la India, se pensó en moverlos desde arriba, a través de hilos. Y a otros se les ocurrió agregarles a los hilos unos palitos en forma de X. Éstas son las que nosotros habitualmente llamamos marionetas.

Y por último, más recientes en el tiempo, nacieron los de guante: el titiritero mete su mano en el interior del muñeco y así le da vida; con el índice maneja la cabeza y con el pulgar y el mayor los dos brazos. También hay títeres de dedo que no tienen ninguna articulación

Todas ésas son modalidades de títeres. Pero hay más: Sara me muestra un frasco de detergente, lo da vuelta, le pone ojos, le corta un poco la manija -transformándola en su nariz- y así va creando uno.

A esta altura el títere no podía ser considerado un simple objeto para chicos, sino un arte más. Italo Cárcamo, titiritero para chicos y adultos opina: “Es un arte independiente porque es una forma de actuación a través del objeto”.

El títere es un arte en sí mismo, aunque encierra muchos otros. Combina plástica, literatura, escenografía, música, dramaturgia, entre otros. Incluso algunos se animan a decir que debe incluir a las ciencias físicas, cuyo estudio permite al titiritero imprimir a sus muñecos un movimiento único y real.

¿Es un arte? Todos los titiriteros dicen que lo es, porque es una forma de expresar cosas. “El código de los títeres son metáforas, son metáforas de la realidad. El código sería entrar dentro del juego titiritero, como para poder entablar la comunicación con el público”, opina Sebastián González, director de la obra “Laberinto para un Minotauro”, basado en el clásico de Jorge Luis Borges.

“No es que el títere sea bueno para transmitir algo simbólico -opina Tito Lorefice– sino que el títere es un símbolo en sí mismo, porque carga con toda una historia. Si uno dice ‘crucifijo’ -por ejemplo- está hablando de un simple objeto, pero vos ves algo más que los palitos cruzados. Así se produce el fenómeno icónico: vos ves un icono que te demuestra tal cosa y eso te recuerda a tantas otras cosas. El títere encarna como nadie el aspecto metafórico de las cosas”.

Aunque para el observador externo el títere puede ser algo simple, en realidad no lo es. Al punto que existe una carrera universitaria que estudia este arte. Tito Lorefice es su director. Se dicta en la Universidad de San Martín, la cursada es de dos años, y se obtiene el título de “diplomatura”; se espera que el año que viene pueda pasar a ser “licenciatura”. También existen otras escuelas en la Argentina para ser titiritero: la del Teatro General San Martín es una de ellas. Si te interesa conocer más acerca de la carrera -y su salida laboral, que no es poca- . En la misma universidad existe un Centro de Investigación y Producción en Teatro de Objetos (CIPTO), también muy interesante.

Actores vs. muñecos

Cuenta Tito que Javier Villafañe -uno de los primeros marionetistas argentinos- dijo una vez: “El títere nació en el primer amanecer, cuando el hombre vio por primera vez su sombra, y descubrió que era él y a la vez que no era él”. “Eso -prosigue Tito- lo tenemos subrayado en la frente porque encarna muy poéticamente lo que sucede cuando un titiritero encarna algo en un objeto. Y empezás a ver que sos vos, pero que no sos vos, sino otro. Es la gran diferencia que hay con el actor”.

Paula Vidal, especialista en títeres para adultos cuenta que fue eso lo que la emocionó de la disciplina. “En el actor vos ves a Juan que está haciendo de Hamlet. En cambio en el títere vos ves a Hamlet. Porque desde todo es él. A mí lo que me maravilló es que si en teatro hacía un montón de personajes, acá iba a poder hacer millones y hasta dos al mismo tiempo”.

Italo Cárcamo también opina al respecto: “El personaje del títere siempre es: lo sacás de la maleta, lo guardás, lo hacés actuar pero siempre sigue siendo el mismo. La gente se predispone a esperar algo de ese objeto aun sabiendo que detrás hay una persona. El objeto es una metáfora muy rica; creo que en todo lo que es la esencia humana el títere es perfecto”.

-¿Por qué hablás de “la esencia humana”?

 Porque el títere bien manejado tiene la capacidad de captar los detalles de la vida. Porque juega con los recuerdos y la experiencia de la gente.

Tito Lorefice concluye la polémica: “La paradoja de la actuación es que sucede en el mismo cuerpo del actor, que encarna en su propio físico la entrada a escena. Vos ves entrar en el mismo cuerpo al personaje, y nunca se sabe dónde empieza uno y dónde termina el otro. En cambio en el títere se produce que el intérprete de Romeo puede ver al cuerpo de Romeo, cosa que no podría el actor. En el títere hay una objetivación”.

En la Argentina siempre fue para niños. Sin embargo, el teatro con objetos -como en realidad debería llamarse- no es sólo para ellos. Un espectáculo bien hecho puede llenar mucho más a un adulto que a un chico, si el titiritero logra que ese objeto inanimado pase a tener vida. Cada movimiento del intérprete es estudiado con precisión. Italo explica que una obra para adultos le lleva dos años de estudio del movimiento.

Paula Vidal profundiza: “La gente se piensa que movés la mano y movés al títere. Pero yo en el Teatro San Martín estoy en segundo año y estudio estética, filosofía, Pa Kwa (un arte marcial), música, vocal, dramaturgia… El entrenamiento del cuerpo sirve para que vos puedas pasar toda tu expresión a un objeto”.

Por su parte, Tito Lorefice hizo un reclamo al público adulto: “No hay que quedarse con el títere de jardín de infantes o el que se utiliza como herramienta para transmitir conceptos. Porque en general en estos usos queda como algo añoñado. Cuando alguien que no es titiritero se calza un títere en seguida le pone la voz aflautada y movimientos espásticos”, critica.

¿Qué es lo que hace que una persona sea esa persona y no otra? ¿Qué es lo que hace que yo sea yo? ¿Cómo puedo asegurar que soy el mismo que hace diez días? ¿Será mi documento que se mantiene inalterable? ¿Qué pasaría si yo te doy mi documento a vos y vos le ponés tu foto? ¿Vos pasarías a ser yo? No es el documento lo que hace a mi ser.

¿Será que soy el mismo físicamente? Cambié demasiado. Antes usaba el pelo corto, era más joven y pesaba unos kilitos menos; y por cierto, en cada instante cambio un poco.

¿Será que pienso lo mismo? Creo que las personas vamos variando el pensamiento con los años. Aunque podemos mantener firmes una serie de valores, hay otros que se van readecuando a la realidad. Sería triste la historia del mundo si los humanos no tuviéramos la posibilidad de cambiar.

¿O tal vez sea nuestra propia historia? La historia se reconfigura en el presente y va cambiando continuamente en función de quién la cuenta. El Pablo de hoy no cuenta su vida de la misma forma que lo hacía cinco años atrás. Por lo tanto, hasta mis recuerdos pueden cambiar.

¿Qué es lo que hace que una persona sea esa persona y no otra? Nada. No hay nada que indique que yo soy el mismo que fui o que seré. El títere, en cambio, permanece inalterable. Siempre es el mismo. Tal vez allí radique la esencia de ese arte. En poder hacer actuar a un personita que siempre es y será el mismo personaje.

Gomitas, esponjas, tijeras, varillas de paraguas, formas geométricas, muñecos de 50 centímetros de alto, diarios, sábanas… Bienvenido al mundo del teatro con objetos, un mundo que vale la pena visitar y recorrer. (Artículo publicado enwww.acciondigital.com.ar)

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