GLORIAS DE AYER Y DE HOY

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Buenos Aires Sos.- Marzo 2010.- El formidable suceso popular de El secreto de sus ojos y la muy buena recepción del espectáculo Morir de amor, armado con temas de su nuevo disco, han revitalizado la atención sobre esta talentosa actriz que, a pesar de su juventud, tiene ya una larga trayectoria como actriz y cantante.  En estos días también recibió un premio Goya por su interpretación en el film de Campanella.

 

 

–¿Qué significó para usted Glorias porteñas?

Fue un espectáculo fundacional para mí en muchos aspectos. Mi vocación musical es muy antigua, tiene que ver con mi infancia, con mis primeras actividades artísticas, que fueron primero estudiar piano, guitarra y flauta traversa, y después técnica de la voz y canto. Esto, toda la vida, siempre. Pero fue en Glorias porteñas que canté por primera vez en un escenario. En realidad detrás de un personaje y en el marco de una obra de teatro, pero mi modo de comunicación y de expresión es la canción.

 

–¿Ser actriz sirvió en aquella época como un resguardo?

Me amparaba mucho el hecho de ser actriz, podía esconderme detrás del personaje, que era Clarita Toboada, casi un alter ego,  porque eran personajes inventados y bautizados por los que particapábamos del espectáculo. Todo el contexto teatral me protegía en ese salto hacia la música, que me producía bastante conmoción. Luego de eso me llevó algunos años cantar en un escenario sin ese contexto. Desde el final de Glorias porteñas en su segunda versión en el San Martín, en 2003, hasta largarme a cantar sola en el escenario pasaron tres años. Empecé a buscar primero alternativas de obras musicales, de teatro musical, y después a preguntarme qué pasaría si eligiese un repertorio para subir al escenario como cantante. Finalmente lo hice en 2006. Fue con la aparición del disco Soledad Villamil canta.

 

–¿Con quién elige el repertorio?

La selección de repertorio es un trabajo que hago básicamente yo. También parcialmente lo comparto con José Tteixidó, que es el arreglador de los temas musicales y director también. Pero, soy quien elige las canciones. Y es uno de los trabajos que más me gustan porque elegir repertorio es como escribir el espectáculo. No es sumar una canción detrás de otra porque me gusta y nada más. Siempre la elijo imaginando un contexto, pensando en un corpus le dé sentido al hecho de agrupar esas canciones. El primer disco fue una temática campera, criolla, que apareció de manera intuitiva, estimulada por el tango «El aguacero». Fue interesante investigar en ese repertorio, que es tango pero tiene además esa cosa más suburbana y más criolla. Enseguida surgieron Atahualpa Yupanqui, Alfredo Zitarrosa. En el segundo disco el disparador fue una canción con música de Zitarrosa sobre un poema de Idea Villarino, que hablaba de un amor desgarrado.

 

–¿Todo ese trabajo de conocimiento e investigación produce una mirada propia?

Termina dando una versión. Diría que mi propósito no es a priori lograr algo distinto, pero concluye en eso, que es lo más interesante del papel que cumple un intérprete, lo que él puede volcar como artista en la versión. Lo que sí tiene un propósito más conciente es bucear mucho dentro del espíritu de la canción, tratar de llegar a lo que considero es su esencia. No trabajar desde el exterior para su modificación, sino tratar de entender qué es lo que plantea en rigor.

 

–¿Del trabajo como actriz qué cosas se trasladan a la cancionista?

El trabajo con el sentido de las palabras, con las imágenes que ellas contienen. El actor explora en la palabra como en la punta de un iceberg para ver qué cantidad de emociones, ideas e imágenes subyacen bajo su superficie. Y las canciones son poesía, o sea palabra más condensada todavía que la que puede encontrarse en la narrativa o el diálogo teatral, salvo cuando estamos ante el teatro clásico. Y ese trabajo con la palabra es parte de lo que traigo de la actuación. No puedo cantar algo que no entiendo y que no me atraviese en algún sentido. Y hay canciones que en la interpretación llevan más una impronta de personaje, porque naturalmente así me surge, no porque el personaje sea fulano de tal. Soy yo que lo visualizo expresivamente de esa manera. Y eso es un trasvasamiento que viene de la actuación.

 

–¿Quién recuerda que le haya gustado de las actrices-cantantes?

Diría que casi todas las cancionistas de los treinta eran actrices-cantantes. A menudo la escucho a Libertad Lamarque y siento que le da una fuerza a la interpretación de la letra que quizás con el pasar del tiempo se ha perdido. En Gardel mismo que, no era actor, se escucha esa calidad en la interpretación de las canciones, a lo que hay que agregar la belleza de la voz, la musicalidad, todo. Pero la interpretación estaba muy en primer plano. Puede ser dramático o simpàtico con la misma eficacia. Un rasgo que me agrada y me parece de esa época es que los artistas ponían a la canción en primer plano, ni el virtuosismo técnico ni lo interpretativo pasaban por encima de ella. Eso es algo a lo que yo también aspiro.

 

–¿Le gustaba Tita Merello?

Sí. A mi me pasa algo muy curioso con ella. Me encanta como actriz y me gusta su  manera de interpretar las canciones, absolutamente personal, pero no es un estilo que yo elegiría. Y, sin embargo, vengo haciendo muchas canciones que interpretaba Tita Merello:»Pipistrella», en Glorias porteñas; «De contramano» que es una ranchera incluida en el primer disco y ahora «Se dice de mí». Y, claro, me doy cuenta que tiene un repertorio que es sumamente actoral. Y me identifico mucho con esa veta, si bien me salen versiones diferentes, porque abordo desde otro lugar esas canciones. Pero, siento que ella es como un ángel protector que tengo, porque me acompaña siempre y no es buscado, aparece.

 

–¿Qué le parece la repercusión de El secreto de sus ojos?

Es impresionante. Es tanto lo que ha ocurrido que apabulla. La conmoción del público frente a la película es general. Y todo contando una buena historia, lo que quiere decir que ese camino sigue emocionando tanto al gran público como al público más reducido.

 

–Muchos directores se niegan, sin embargo, a contar historias. Es como si eso ya hubiera pasado de moda.

Tal vez ese desprecio por contar historias sea por una razón de gusto, pero también porque es muy difícil. Una cosa es plantar una cámara delante del mar y captar el rompimiento de las olas, que puede ser muy poético y maravilloso, y otra construir un relato cinematográfico, que sea verosímil, que tenga ritmo, que permita entender todas las situaciones. Un montón de cosas en las que Campanella es un maestro total. Pero, el éxito en el público, aunque sabíamos de su calidad, no era algo que estaba previsto. Los factores que hacen que una película provoque ese enganche con el público son imponderables. Si fuera una receta conocida la aplicarían todos. El mismo amor, la misma lluvia no tuvo la misma repercusión y fue una película estupenda.

 

–¿El guión le gustó de entrada?

Lo leí en una hora y me pasó todo lo que creo le pasa al público: sentí angustia, me preocupé, me enamoré. Lo cual habla ya de la calidad del trabajo de Campanella. Porque una buena película es un buen guión. Eso es un hecho irrebatible. Y ese guión era un mazazo. Y saber además que lo iba a filmar Campanella significaba que iba ser bien plasmado en la película. Esta película contiene algo especial que el espectador sintió suyo.

 

¿El cine le permitió crecer como actriz, sobre todo en el trabajo de los primeros planos, que no suelen darse en los teatros grandes y deben ser tan exactos en la pantalla?

Creo también que la televisión me ha ayudado mucho en ese sentido, porque si bien he hecho unas ocho películas no he tenido una gran regularidad. Fue la televisión que me permitió ese trabajo frente a la cámara que tiene su propia especificidad. Lo entrené en programas como Zona de riesgo, Vulnerables, Locas de Amor y otros, sobre todo en la labor con el director Daniel Barone. Fueron unitarios muy intensos, con una gran carga de horas. Y eso me ayudó mucho. De Campanella también aprendí. Cuando hicel El mismo amor, la misma lluvia aprendí secrectos específicos que son del cine, no de la televisión. Y la verdad que me gustaría filmar más porque siento que me falta entrenamiento, porque por más que haya hecho varias películas no deja de ser una película cada dos o tres años. A veces se ven actuaciones, sobre todo en el cine norteamericano, que nos parecen impresionantes, pero son intérpretes que hacen dos o tres películas por año, tienen entrenamiento además de talento. Ojalá se empiece a filmar un poco más en nuestro país.

 

–¿Rechazó películas últimamente?

Sí, lo he hecho, porque no hago todo lo que me acercan. Pero tampoco es que tengo diez guiones para leer. De hecho desde El secreto de sus ojos a estos días no he leído ningún guión más. Y se filmó hace un año y medio. No hay producción importante por el momento.

 

–¿Y en televisión?

He tenido algunas ofertas pero no han sido cosas que me hayan movido a tomar un compromiso tan fuerte como es el de la televisión, que es todo un año y con muchas horas de dedicación. En teatro, tengo muchas ganas de hacer algo, pero no puedo por ahora, porque las noches están volcadas a Morir de amor. Tenemos todavía muchas giras por hacer en teatros por el interior y afuera del país también. Se está moviendo este espectáculo. Es un proyecto en parte mio, que yo impulsé desde la producción y de todos lados. Lo estoy sosteniendo y me gusta hacerlo. Me llevó un tiempo empezar a tener un público de lo musical y ahora la gente esta entendiendo un poco mejor que también soy cantante, no solo actriz. Sin perjuicio de eso, tengo ganas de hacer teatro como actriz y también incursionar en la dirección. Hace un tiempo que tenemos con Federico, mi marido, un estudio donde damos clases y tenemos un espacio de investigación de lo teatral, que en algún momento va a dar algún fruto. El teatro me moviliza de una manera distinta a todo y allí empezó mi gran pasión por la actuación (Fuente: Revista Cabal, Marzo 2010)

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