EL CIRCO VIAJA EN COLECTIVO

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Buenos Aires Sos (BAS).- Diciembre 2007.- (Por Leticia Amato).- Combinando el arte de la acrobacia, la danza y la música, Gerardo Hochman lleva casi 15 años creando espectáculos que cautivan a grandes y chicos en diversas latitudes del planeta. Un vanguardista en el arte circense capaz de transmitir emociones de todo tipo entre acordes, acrobacia y malabares.

 

¿Cuándo comienza tu formación en el arte circense?

Lo primero que hice que me marcó fue la Escuela de Mimo de Angel Elisondo, en donde encontré un ambiente muy creativo y explosivo, docentes muy piolas que te desafiaban a crear.

Luego estudié la carrera de actuación  en la Escuela Nacional de Arte Dramático, pero la acrobacia me tocó, me marcó, después de entrenar mucho empecé a reconocer un lenguaje propio, a sentir que con ese abecedario podía organizar mis frases, lo que tenia para decir.  Entonces fuí a la Escuela Nacional de Circo de Cuba, donde hice muchas otras disciplinas además de acrobacia.

Con esta cuestión del mimo, la danza, la acrobacia y la actuación se me hizo como un cóctel.

¿A qué público están orientados tus espectáculos?

No nos dirigimos a un público en particular. Me parece que cuando en la platea hay chicos y grandes, disfrutan con cosas diferentes o intensidades diferentes.

Considero que el teatro es una ceremonia compartida con el público y me interesa mucho cuando un chico la comparte con un grande.

Cuando veo en la platea a un chico que le pregunta algo a un grande referido al espectáculo o veo a un grande que se le acerca al oído a un chico para explicarle algo, creo que nuestra misión está cumplida.

¿Qué les dejó la última gira por el interior del país con el espectáculo «Sanos y Salvos»?

Siempre las giras para mí son muy emocionantes porque es la comprobación de que algo que uno crea con un código y lenguaje propios, con gente que comparte ese código y las influencias culturales, conmueve a otros, con formaciones e influencias totalmente distintas.

No deja de ser una sorpresa llegar a un lugar que tiene otras tradiciones, otra cultura y aún así, lograr comunicarse.  Llevar el espectáculo a otro lado y que en ese lugar uno se comunique es lo que le da sentido a mi actividad, ese acto de comunicación a mí me emociona profundamente.

¿Sigue siendo común asociar al circo con los animales?

En Buenos Aires no es raro hablar de circo sin animales. Y van varios años de circo de esta manera y varios también sin el otro. En el resto del país hubo gente que veía por primera vez un espectáculo relacionado con el circo que no involucrara animales y fue muy novedoso el lenguaje.

En cambio en Buenos Aires ya no pasa, no alcanza con que sorprenda el lenguaje, nos tenemos que esforzar mucho para generar recursos novedosos.

Uno de ellos fue, por ejemplo, trabajar con músicos en vivo. Veníamos de espectáculos donde la fórmula de la creación musical era trabajar con música compuesta pero no con música en vivo y sentí que eso se había agotado, que necesitaba oxigenar esa relación con la música entonces decidimos incorporar los músicos a la puesta y estuvo muy bien.

¿Cuál es tu propuesta a la hora de crear un espectáculo, en un ámbito donde predominan los modelos que impone la industria de la cultura?

Más allá de las diferentes temáticas, atmósferas, poéticas o líneas estéticas que pueda tener cada espectáculo, lo que me interesa transmitir es la idea de un hecho colectivo, donde cada uno pueda dar lo mejor de sí mismo y que quede el sabor en el espectador de una gran complicidad entre los participantes de esa creación.

Es decir desde diferentes abordajes me interesa que quede el sabor de algo hecho entre muchas personas, y eso para mí es un mensaje en sí mismo.

Siempre desde el rigor que le pongo a las puestas en escena, desde la disciplina que les exijo a los intrépretes, desde el esfuerzo que implican los períodos de ensayos, de la creatividad que todos los miembros del equipo desplegamos, lo tomo también como un acto de resistencia.

¿Cómo surge la idea de fundar la Escuela de Circo La Arena?

La escuela tiene que ver con una serie de experiencias que tuve, que me indujeron a crear un espacio de encuentro. Una de esas experiencias fue mi formación como acróbata con mi maestro Osvaldo Bermúdez, que no sólo me entrenó sino que me enseñó a enseñar.

Por otro lado incidió la Escuela Nacional de Circo de Cuba donde me formé como artista de circo y donde tuve la experiencia de vivir dentro de una escuela. Entonces a la vuelta de mi viaje a Cuba empecé a sentir que podía conducir procesos de aprendizaje y la escuela tiene que ver con un espacio donde desarrollar eso.

¿Qué pensas acerca del curso que va tomando el mundo?

Mi visión va variando, va cambiando permanentemente, incluso en un mismo día puede cambiar de sentido, de filtro. Soy una persona muy optimista, trato de conectarme con lo bueno de la gente y con la belleza que tiene el mundo y las cosas positivas, pero muchas veces el mundo se encarga muy violentamente de cambiar esas sensaciones.  (Artículo publicado en la revista MC -Movimiento Contínuo- de la Utpba).

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