BARRIO DE ATLANTA, BARRIO JUDÍO, BARRIO PORTEÑO…

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Buenos Aires SOS.- 22 de marzo de 2011.- (Por Juan Chaneton).- Y es así no más.  Buenos Aires, nuestra ubérrima y amada ciudad de las luces, hermana mayor de todas las provincias (lo dijo Juan José Paso en 1810, no quien desgrana estos desvaríos), primus inter pares  por obra y gracia de un puerto que pronto convirtió a esta gran aldea en la cornucopia de la abundancia, la París del subdesarrollo, la cuna de esa artista que fue Tita Merello y a quien los porteños de ley estiman émulo criollo de Edith Piaf (al fin y al cabo, cada quién hace con sus afectos lo que quiere, incluso elevarlos a máxima de validez universal como hacía Kant con el imperativo categórico)…

En fin, nuestra querida ciudad de los cien barrios, tiene uno que se llama Villa Crespo y al cual queremos homenajear hoy y señalar algunas falencias que todavía muestra.  Y también las nunca ausentes virtudes, que, asimismo, las exhibe con legítimo orgullo.

Villa Crespo se llama Villa Crespo porque Don Crespo fue un intendente muy progresista que puso la piedra fundamental de la Fábrica Nacional del Calzado, emprendimiento que dio vida e ímpetu progresista al barrio.  Esto ocurrió en 1888, justo el año en que se moría Sarmiento.  Y agregamos que el tal Don Crespo se llamaba, en realidad, Antonio F. Crespo.  Y que la referida piedra la colocó un 3 de junio, razón por la cual ese es, hoy, el día de Villa Crespo.

Junto al arroyo Maldonado, a cielo abierto entonces, el barrio fue creciendo y mirando sin comprender, cómo y por qué las fábricas de otros lugares echaban sus residuos malolientes y enfermantes, al arroyo.  Era, Villa Crespo, el paso obligado desde el centro al camposanto; digamos, desde la Plaza de la Victoria (hoy De Mayo) a la Chacarita.  Estación previa a la muerte, debía soportar, ahora, que los tufos y lodazales aledaños al Maldonado aceleraran el tránsito por este mundo de algunos vecinos, inocentes de toda inocencia en cuanto a la contaminación del curso de agua.  No por nada la calle Corrientes se llamaba, en ese fundacional entonces, «calle de los muertos».

Tempranas protestas se escucharon entonces.  Pero no sólo de vecinos que no querían ver degradado su hábitat.  También de obreros que trabajaban en las fábricas que se radicaban allí.

El Conventillo «El Nacional», más conocido por «El Conventillo de la Paloma» construido al 100 de las calles Thames y Serrano, el loteo de terrenos, la construcción de viviendas obreras y la gran afluencia de población de trabajadores inmigrantes venidos de distintos puntos de Europa comenzaron a conferirle a Villa Crespo una impronta muy específica que cuesta reconocer hoy, ya que el llamado progreso hace, ya se sabe, tabla rasa con un pasado siempre nostálgico.

Hoy, Villa Crespo comprende el ejido delimitado por: Vías del ex ferrocarril San Martín, Avenida Dorrego, Avenida Warnes, Paysandú, Avenida San Martín, Avenida Gaona, Avenida Ángel Gallardo, Avenida Estado de Israel y Avenida Córdoba.  Son 296 manzanas en las cuales viven poco más de noventa mil personas (USIG, Unidad de Sistemas de Información Geográfica).

Párrafo aparte para el Arroyo Maldonado.  Pestilente como él solo, a alguien se le ocurrió entubarlo.  Se comenzó la gigantesca obra en 1929 y se terminó diez años después.  Sobre la losa que lo cubría corría, al principio, una calle de tierra que luego fue pavimentada y devino, así, la actual Avenida Juan Bautista Justo.

Ya hemos tenido ocasión de referirnos a las inundaciones en Buenos Aires (ver nota Porqué se inunda Buenos Aires en www.c0210005.ferozo.com).  Lo hemos hecho en notas anteriores que si bien no enfocaban el problema en particular en Villa Crespo, sí ponían la lupa, entre otros puntos, en el suave declive del arroyo, en su saturación y en problemas añejos.

El caso es que hoy las inundaciones constituyen uno de los problemas serios que enfrenta el viejo y honorable barrio.  Para los vecinos, el Arroyo Maldonado sigue siendo un motivo de intranquilidad.  Porque la problemática pasa por la cantidad de precipitaciones (lo decíamos hace poco), la pérdida de la capacidad de absorción del suelo debido al asfaltado y a la construcción desmedida y huérfana de toda planificación, a la carencia de espacios verdes y al aumento del caudal subterráneo, que no sólo es agua de lluvias sino también desechos cloacales.

Otro problema es el oleaje producido por el tránsito, muy intenso, y que, cuando «caen barretas de punta», ocasiona los mayores daños tanto a negocios como viviendas.  Las inundaciones han causado, asimismo, pérdida de vidas humanas.

Se inunda Frías; se inunda Vera; la primera corta a Corrientes, en tanto la segunda lo hace a veces sí a veces, no, tal el trazado urbano.  Se inunda Ramos Mejía y se anegan todas las calles que están cerca de Juan B. Justo, a saber: Thames, Villarroel, Camargo.

Lo que anda bastante bien en Villa Crespo es un activo no menor: pocos han reparado en que es uno de los barrios donde los accesos en esquinas para discapacitados se encuentran en mejor estado.  Y esto, señores de Buenos Aires, porteños de ley o sin ley alguna, habitantes de Villa Crespo o de la misma loma del quinoto… es importante, es fundamental, es una obligación ética del gobernante y habla con elocuencia virgiliana acerca de la calidad espiritual de los seres humanos.  No contar en plenitud con la salud y los recursos de una persona que no ha sufrido su disminución o pérdida hace difícil la vida.  La entristece un poco.  Es duro…

Claro que a la pregunta de por qué en Villa Crespo y no en toda la ciudad, no puede responder más que el gobierno de la Ciudad.  Hay que llamarle la atención para que lo haga.  Es este el constructivo propósito que guía estas líneas en este párrafo.

Y, para terminar, Pugliese.  Don Osvaldo.  Ícono de Villa Crespo.  Héroe nacional del tango.  Militante político y social.  Su asiento vacío, la rosa roja sobre el piano.  Y su orquesta desgranando los acordes melodiosos que musita el bandoneón.  Tal vez por eso hayan dispuesto, los vecinos, que una instalación plástica dé presencia, belleza y memoria a esa esquina de Luis María Drago y Corrientes.  Allí está el maestro esculpido en noble material junto a toda su orquesta.  Las flores, por doquier.  Las depositan los vecinos, como una plegaria pagana, como un ruego y una esperanza, como un rezo a la divinidad atea de su talento.

A Lidia, la compañera de su vida, todavía se la puede ver hoy.  Va allí todos los jueves.  A ofrendar su amor, claro, y con una flor, o con un  ramo.  Después, se cruza a tomar un ¿cafecito?…en la «Quintana».

Y Alicia Bueno, mi amiga, que vive al 200 de Aráoz, que es abogada y vecina de Villa Crespo desde hace una veintena por lo menos (ella es muy joven, esto es claro), mi amiga Alicia, con quien estudiaba en su casa de Drago en aquellos años, me ha inspirado estos acordes que pretenden ser un homenaje al barrio, a sus habitantes, a sus luchas, a su historia y a su bello presente.

 

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