El otro hermano

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Un filme que propone,quizá, una nueva semilla cinematográfica

Hay algunas películas de las cuales es mejor no revelar demasiado en lo que tiene que ver a su línea narrativa y sí
intentar de transmitir lo que provoca el film en su conjunto a partir de nombrar ciertos elementos que tienen que ver más con referencias simbólicas o descripciones dramáticas a que con su línea argumental.

Israel Adrían Caetano vuelve a la pantalla grande después de 4 años tras estrenar “Mala” allá por el 2013, habiendo dejado en el camino un documental sobre Néstor Kirchner que no llegó a los cines pero si a emitirse en canales importantes de televisión, y luego de haber estrenado “Francia” y, quizás su última “gran película”, “Crónica de una fuga”, la cual tuvo vasta repercusión (todas ellas con sus particularidades y diferencias en cuanto a su diseño de producción).

En “El Otro Hermano” Caetano vuelve a reflejar esta idea de “hacer películas por ganas y no hacerlas para que cumplan ciertos requisitos, vayan a festivales o tengan repercusión en ciertos sectores” (algo similar expresó en algunas entrevistas). Y me refiero a ello porque se da a entender cierta evidencia en que no tuvo tapujos a la hora de expresar como el realmente quería cada escena de un film que va y viene entre la apatía y frialdad de Cetarti, un ex empleado público despedido por no ir a trabajar al cual no le mueve un pelo siquiera la muerte brutal de sus familiares interpretado por Daniel Hendler, y Duarte, un ex milico que tiene hasta los dientes sucios de tanta corrupción y delincuencia burocrática, interpretado por Leonardo Sbaraglia, en lo que puede ser el mejor papel de su carrera.

Para cerrar este triangulo nauseabundo donde pasa de todo con una crueldad e “hijadeputez” tremebunda está Danielito, interpretado por Alian Devetac, quien ya había demostrado su talento en “La Tercera Orilla”, quien aquí repite perfomance con una actuación minimalista que parece heredada de un Bill Murray con cirrosis. El personaje que logra redondea en un círculo vicioso el abismal contraste entre su corta edad y lo que puede llegar a ser capaz de hacer por unos pesos y constante porro.

En un pueblito de mierda salteño es donde se encuentran estas dos casuchas que los protagonistas frecuentan y que tan distantes asemejan ser en un principio. Por un lado, una supuesta redención individualista del sueño americano tercermundista del inframundo. En el otro, el engendro del mal con un eje vertical manifestado en una construcción que oculta de lo peor del ser humano en un constante paralelismo con los cascarudos y demás insectos que recorren documentales que suenan permanentemente.

 

Entre medio de esta escoria que revuelve en lo más oscuro de la mentalidad humana la “guita” parece ser el único motivador que los personajes encuentran para seguir adelante y para hacer lo que haga falta. La apatía moral y vocacional es tal que encontraremos profundas barbaridades sociales. Estos elementos combinados con una “sutil” denuncia al abandono del estado y a las promesas gubernamentales vacías en los recovecos del interior cierran un clima desahuciado en el que las perversiones dominan apoyadas en un ligero humor negro que siempre es bienvenido.

Los contrastes de los personajes y ajustadas interpretaciones completan un film que no le hace asco a la violencia, al morbo y a las grandes cantidades de sangre pero que si propone un cine impactante y despojado plantando, quizás, una nueva semilla cinematográfica, como Caetano alguna vez lo hizo con “Un Oso Rojo”.

(Por Julián Nassif)

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