Una turista fue violada en un hostel en San Telmo

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“Pasó lo peor”, le dijo el manager de un hostel de San Telmo a la dueña. La mujer pensó que alguien había fallecido en el lugar. “Pero no, era peor”, consideró ella tras enterarse que una huésped había sido abusada sexualmente por otro. Tras acompañar a la sobreviviente por el periplo judicial-policial-hospitalario correspondiente, decidió hacer público el caso en medio de la indignación: la Justicia no tomó medidas sobre el hombre denunciado y la Policía le dijo que no podía hacer nada, que lo echara ella misma del hostel. “Es la falsa ilusión de que se están ocupando de vos, hasta que te mandan a dormir con tu abusador otra vez”, sentenció.

El hecho ocurrió la noche anterior a la denuncia pública de Thelma Fardín contra Juan Darthés. “Un ruso abusó de una chica en el hostel. Me enteré a las 11 de la mañana y a las 11 de la noche terminé llorando abrazada con esta huésped pidiéndole perdón por la justicia patriarcal, enferma y nefasta que tenemos”, escribió en las redes sociales Camila Martínez, una de las dueñas de un hostel de San Telmo. En diálogo con Nueva Ciudad, contó que a partir del asesoramiento que recibió en la Línea 144 acudió primero al Centro de Justicia de la Mujer. De ahí las condujeron al hospital Argerich, donde la joven fue revisada y recibió el cóctel de pastillas para evitar posibles contagios. Luego otra vez el Centro de la Mujer y después la comisaría. Todo según indica el protocolo en la Ciudad.

“Le tomaron declaración a nuestra amiga que ya había pasado por dos o tres crisis de llanto durante la espera. La mandaron a sentarse otra vez y a esperar a que venga ‘la gente del 137’ (atención a víctima de violencia sexual) –contó Martínez- Los genios estos le dieron unos papeles con todos los números a los que puede llamar si necesita hablar con alguien. Y eso fue todo”.

Pero lo que más indignó a Martínez y las demás huéspedes que acompañaban a la sobreviviente llegó después. “Me acerqué a una policía y le pregunté qué hacer con el posible violador que todavía tenía adentro de mi hostel. Me dijo que me reserve el derecho de admisión y que lo saque yo. Las pibas empezaron a llorar: entienden español y no podían creer que me estén diciendo eso”. La mujer contó que tuvo que volver al hostel “a pedirle a un violador que se vaya. Tuve que pedirles a un montón de hombres que me ayuden. Que se encarguen ellos para que no me maten ni abusen de mí”.

Y siguió: “Al final, con un grupo de hombres (a los que tuve que convencer de que no maten a trompadas al tipo porque ahí sí la cana iba a llegar con una orden para llevarnos a todos) lo esperamos (…) El rusito violador se fue caminando para el lado de Avenida de Mayo. Debe haber frenado en alguna calle para acomodar sus cosas y se debe haber tomado un cafecito en el Tortoni. Seguro salió de ahí y se metió en algún hotel para dejar todo. Debe haber ido a cenar, debe haber comido carne. Seguro después salió del restaurante, miró las luces del centro y pensó ‘qué bonita es Buenos Aires de noche’. Debe haber ido a tomar algún vinito argentino en algún bar donde quizá hasta conoció una piba. En una de esas se la llevó borracha a su habitación de hotel”.

La víctima del abuso, en tanto, tuvo que volver al hospital para seguir con el tratamiento preventivo. “Ayer se durmió llorando. Probablemente le de miedo volver a escabiar y pasarla bien”, dijo Martínez, quien resaltó la sororidad entre el grupo de mujeres de distintas nacionalidades que acompañó a la joven durante todo el proceso, así como la difusión y respuestas que recibió tras dar a conocer el caso.

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