Se estrenó Invisible, de Pablo Giorgelli

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(Por Julián Nassif)Dentro del cine argentino, y de tantos otros, la ausencia de diálogos siempre remiten a una sensación introspectiva, de profunda reflexión y expresividad, pero así también, en muchos casos, como una especie de manifiesto independentista en contra cara con el cine comercial “ponderable”, o al menos lo que se piensa o transmite desde el snobismo audiovisual, de aquellos films de ritmos veloces, diálogos filosos y vertiginosas bandas sonoras que parecieran ser la fórmula de la industria para un éxito de taquilla (lo cual dista bastante de la realidad, al menos en parte).

En «Invisible» este silencio pareciera ser abusivo de a momentos, aunque quizás lo excesivo pueda llegar a ser su duración, que sin alcanzar los 90 minutos contagia la sensación de que hubiera sido más interesante resolverlo en el lapso de un corto o medio metraje. Peeeeero, una vez avanzada la película, vamos descubriendo que aquella ausencia sonora está intrínsecamente justificada y aporta la expresividad necesaria para que podamos experimentar la desolación de la joven protagonista frente a un embarazo no deseado, donde sus viajes y su merodeo citadino funcionan como simetría a la situación emocional y psicológica de Eli, interpretada por una brillante Mora Arenillas.

La soledad en la que se encuentra quien guía esta historia no es únicamente propia, sino que acompaña un insistente abandono social en el que cayeron los personajes representados, donde su única compañía y entretenimiento es la infame programación de un canal de tv (no vamos a develar cual). El acompañamiento de los diferentes medios de comunicación audiovisuales aquellas situaciones solitarias es recurrente y aflora sutiles sensaciones.

El tratamiento de un tema tan sensible como el del aborto se desarrolla de manera interesante desde la puesta, pero también con muchísimo cuidado, ya que el autor elije no juzgar a los personajes que ofrece, sino simplemente acompañarlos en sus vicisitudes.

Con un fecha de estreno muy potente para el film, como lo fue el 8M, Pablo Giorgelli aporta una mirada expectante y observadora, sin moralejas ni dedos índices, en una propuesta “espesa” que explota en llanto.

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