Repudio por el asesinato del anciano a manos de custodios de Coto

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(Por Myriam Bregman) Vicente Ferrer tenía setenta años y padecía demencia senil. El viernes pasado quiso llevarse tres o cuatro productos sin pagar del supermercado Coto de San Telmo. Los custodios lo molieron a golpes hasta matarlo. Vicente murió en la calle rodeado de policías que no hicieron nada para socorrerlo. Por un aceite, un chocolate, un queso. Productos que para un jubilado pueden parecer un lujo inalcanzable. Está claro que, para Coto, la vida de una persona vale mucho menos que esa mercadería. ¿Y la de un jubilado? 


Coto es la misma empresa cuyos dueños ocultaban un arsenal de guerra en su local de Caballito. Inexplicablemente, la Justicia los sobreseyó. Hablamos de 227 granadas, 41 proyectiles de gases, veintisiete armas de fuego y dos de lanzamiento, 3.886 municiones, catorce chalecos antibala, veintidós cascos tácticos sin número visible, un silenciador y nueve escudos antitumultos. La misma empresa que blanqueó $ 7.000 millones gracias a la ley impulsada por Cambiemos y votada por sectores de oposición que fueron cómplices.


Los productos volvieron a las góndolas. A Vicente le arrancaron la vida por unos pocos pesos.
Nos llena de bronca y repudio. A esto nos referimos cuando planteamos que nuestras vidas valen más que sus ganancias.

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