PRIMER ACTO: UN TEATRO CERRADO

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Buenos Aires Sos (BAS).-(Por Melina Ons).-“…un teatro destrozado donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera.” (F. García Lorca) Por primera vez en 10 años el conflicto del Teatro Nacional Cervantes es de público conocimiento, asistimos a debates mediáticos entre actores, dramaturgos, funcionarios y políticos sobre lo dramático que resulta para la «cultura nacional» que el «único teatro nacional» esté cerrado. Lo cierto es que este conflicto no es nuevo, más bien ya puede formar parte de las piezas clásicas de la dramaturgia Argentina Podríamos decir que el primer acto de esta tragedia (aunque bien podría tratarse de un grotesco) se ubica en el marco del proceso de reforma del Estado que se inició con el gobierno de Menem (con algunas ayudas de Washington) en 1989. Uno de los últimos instrumentos de este proceso fue la creación del Sistema Nacional de la Profesión Administrativa (SINAPA) que estableció en 1991 un escalafón para el personal del servicio civil de la Administración Pública Nacional con el objetivo de organizar y sistematizar la carrera administrativa. En ese momento el personal artístico-técnico (escenógrafos, sonidistas, iluminadores, utileros, vestuaristas, etc.) de todos los organismos que dependen de la Secretaría de Cultura de La Nación pasaron como por ósmosis a integrar este escalafón, compartiendo categorías con, ponedores de sellos, telefonistas, tesoreros, gerentes de compras, etc. Vale decir que las tareas que desempeñan no son homologables, así como tampoco lo es el horario que deben cumplir. Si un técnico va a trabajar de lunes a viernes en horario bancario ¿Quién se encarga de la puesta en escena de las funciones? Nadie. Los técnicos del Teatro Cervantes van a trabajar todos los días según corresponde atentos a su cargo administrativo, es decir: de lunes a viernes en horario diurno. No hace falta que repita que de esta manera no hay nadie que pueda hacer que un sábado a la noche el escenario se transforme en un bosque o que un domingo a la tarde podamos ver un cuento de hadas hecho realidad en vivo y en directo. La comunidad teatral dice estar en alerta y de luto por el «ataque» que significa a la cultura un teatro cerrado. Pero esto no es todo ni mucho menos: El Teatro Cervantes es una fuente de trabajo para cientos de personas. Aquellos actores, directores, dramaturgos y sendos etcéteras que no quieren venderle su creatividad a los productos preformados de Sofovich, Romay o los grandes popes de la televisión local tienen solo otras dos opciones de ganarse la vida con su trabajo: el teatro independiente y el teatro oficial. Los teatros oficiales son aquellos teatros que dependen de las secretarías de cultura locales y el Teatro Nacional Cervantes (que se diferencia por ser el único del país que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación). Estos corren, en teoría, con una gran ventaja: se manejan con dinero del Estado con lo cual no se ven obligados a tomar el arte como un negocio. Esto supondría que están en la obligación de ofrecer hasta el cansancio obras de calidad con entradas populares para que el teatro se imponga. Porque es el teatro el que se debe imponer al público y no el público al teatro. Si se crea un estadio para jugar al tenis que costó 16 millones de pesos, (Parque Roca), y se lo usa de una a cinco veces al año ¿por qué no invertir también una parte para dinamizar las salas estatales? Lamentablemente, en la ciudad de Buenos Aires los teatros oficiales agonizan: El Colon está cerrado por «refacciones», el Cervantes por problemas «gremiales» y el complejo teatral de Buenos Aires todavía no ha presentado su programación para la temporada que viene. Esto deja sin trabajo a decenas de obras (con sus respectivos elencos) que podrían estrenarse este año. Los teatros independientes también tienen una gran ventaja: Son el espacio por excelencia donde desarrollar una política cultural alternativa, donde poder hacer todo aquello que no se puede esperar que el gobierno haga en las salas que dependen de su «gestión cultural». El problema es que están volviéndose cada vez más mercantiles y esnobistas; se producen grandes éxitos en salas donde no caben más de 30 personas, «entradas con descuento para estudiantes» que pocos de ellos pueden pagar más de dos veces al año, obras excelentes que llenan todas sus funciones de las cuales se entera siempre un mismo círculo reducido de teatristas. Una vez más el teatro no se impone. García Lorca decía: «Mientras que actores y autores estén en manos de empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garantía de ninguna clase, actores, autores y el teatro entero se hundirá cada día más, sin salvación posible» y sigue: «Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo» El teatro es una expresión artística de algo tan vasto como es la cultura. Quitémonos el luto porque la cultura no muere. Puede corromperse, puede encontrar más o menos canales de expresión; pero estamos convencidos que debe dejar de ser esclava del entretenimiento -muy bien pensado y producido por los sectores de poder- que se muestra como la cultura de la clase popular. La cultura es del pueblo, porque nace de él; y es uno de los instrumentos indispensables para la edificación de un país; no abandonemos, entonces, la tarea de hacer nuestra propia cultura.(Artículo publicado en www.despiertabsas.com.ar)

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