PEPE CEMENTO

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Buenos Aires Sos.- Octubre 2009. Esta agencia reproduce un fragmento de «Pepe Cemento, cafiolos,timbas, bodegón y minas» escritas por Luis Schuarman en 1969 y recitado por Héctor Alterio.

Qué sí la quería? La pucha que la quería¡. Fue una noche de mayo. Me dijo Fulana. Ojo Marrón, Flequillo Negro, así la bauticé.

Mi baraja era muy chica y me jugué a lo toro, con el último filo de las astas, apretandome el suelo para no mirarme.

Ella tenía amigos limpitos, del Centro de ahora. Yo tenía la ciudad entera y queriendo que conozca la furia del adobe suburbano, la esperanza mordida en los pulmones, un día la invité de esta manera:

Dame la mano Ojo Marrón, Flequillo Negro, y con esa boca grande nacida para el otro beso, de punta a punta vamos a pasear por Buenos Aires. A quitarnos la rabia envejecida de este Centro, que ya no es más el poema «gusto a vino», porque Discepolo -genio cornudo-, se fue hacía los gusanos verdaderos.

Sabés Flequillo Negro? Existen otras cosas que hacen la ciudad historia; la curtiembre sucia en Mataderos, allá donde el pibe Cabeza cayera acribillado y Justo Suárez fuera un palito de carbón pintado con dos puños efímeros y dos pulmones triturados. Existen otras cosas aparte del Riachuelo sucio o el Docke donde aún se esconden viejos cuchillos de combate. Está la gente que danza alegremente sus horrores, aquellos que piensan y estan presos. Están los muertos sin saberlo y sobre ellos el cielo que no existe en Buenos Aires porque esta tapado.

Mirá ese tango dolido de cemento, sucio de hollín y limpio de ternura. Tranquilo llorar en su cadencia con el ritmo de La Boca genovesa. Mirá ese tano morfando vermichelli. Quién lo diría? Y, sin embargo, es cierto. Viajó en tercera y elaboró grandeza, vivó a Quinquela, a Filiberto, admiró la cabeza de Charrito, el motor en el trasero que tuvo Palomino y el fusilamiento dominguero que le brindara Varallo, el cañoñero.

Vení, Flequillo Negro, paloma inocente sin saberlo. Te invito un café. Sentate. Deja el sombrero. Estamos en Rincón y Rivadavia, mirá esas columnas viejas de este lugar que para nada sirven y fuera en un tiempo nacional del tango. Dame la mano, que aca donde te beso ahora es un cacho de historia verdadera, y aca todavía se ve el cielo y las Tres Marías son parientes. Sí, aqui me vengo con una puteada de Corrientes, para pensar que un día fuí un entero y mi otra mitad vacía se metió en entrevero

Sabés? A mi me duele este continuo no tener, comprender lo que no tengo, saber que soy un poco el otro y que al  morirse el otro yo me muero. Yo no tengo la culpa de no acertar los tiempos de los verbos, ni la hache de Hamlet, que un día leyera en mi pequeño pueblo.

Los amigos te los canto en tres palabras: tienen el mate para el piojo y armonías disonantes, sin embargo, la ciudad les pertenece, coparon Buenos Aires en el Centro, escriben poemas insinceros, hablan del pueblo, juntan putitas de colores, putos con gusto a terciopelo, una barba al pedo y hablan fuerte de Fidel, el guerrillero.

Vení, Ojo Marrón, Flequillo Negro. Arranca conmigo esta gramilla verde y comamos siempre juntos de este terrón de tierra, todavía sin veneno.

Vení conmigo, rajemosle a este mundo falso, dejame estas manos de tristeza marcando un ritmo salvaje en tu cadera. (Lucho Schuarman)

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