PEDRO TELMO

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Buenos Aires SOS.- 10 de febrero de 2011.- (Por Gabriela Sharpe).-  Bodegón. paredes recién pintadas, ventilador de techo, largo mostrador, mesas de formica, otras de madera, la mayoría con movimiento propio, que el cliente, sabedor, coloca un papel bien doblado debajo de alguna de las patas, un televisor encima de una heladera, manteles de papel, es todo el decorado.  Ubicado en Bolívar 962, pegadito al Mercado de San Telmo.  La foto de un sonriente Carlitos Gardel nos da la bienvenida.

Bodegón, fonda, restaurante de barrio.  Atendido por sus dueños, desde hace más de quince años. Abierto todo el día , sólo cierra el 24 y 31 de diciembre de cada año.

Las pizzas y pastas son su especialidad.

Como todo bodegón que se precie de tal, el cliente come lo que el mozo quiere.  En este punto vale la pena aclarar que la estrella del lugar es Horacio, que con su voz ronca, y sin bandeja a la vista, se presenta y ofrece el menú, verbalmente.

Uno escucha las alternativas culinarias, opta, pero él con una sonrisa pícara sugiere lo que en definitiva uno termina degustando.

Horacio, el mozo, va y viene, murmura con el cocinero, chamuya con aquella turista alemana de escote pronunciado, no para de hacer chistes,  lleva más mesas y sillas a la vereda, atiende rápido y convence  de prisa.

Entre los ventiladores de techo y los tres ventanalas que dan a la calle corre una brisa especial, que no es producto del aire acondicionado, en este bodegón no se lo extraña,   la corriente de aire que se produce es tan fresca, tan juguetona, tan mimosa, que sólo precisa algunos segundos para levantar los manteles de papel de las mesas prolijamente colocados por Horacio y hacer de las suyas.

Al  parroquiano, que conoce las mañas del lugar, se lo distingue facilmente del turista, porque es aquel que permanece sentado equilibrando, disimuladamente, con el codo el tembleque de la mesa y sosteniendo con la punta de los dedos el papel que cumple la digna función de mantel y de factura.  A la hora de pagar Horacio da vuelta el papel, es decir el mantel, y con dedos ágiles hace la cuenta una y dos veces, por temor a equivocarse o por costumbre

A este  bodegón, fonda o restaurante de barrio vale la pena visitarlo, uno sale pipón de tan buena onda que se respira.

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