PAULA Y EL OCASO DE SUS MUERTOS

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Buenos Aires Sos (BAS).- Julio 2008.- (Por Guillermo Denis).- “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo…”, Paula leía una y otra vez (especialmente en las tardes de otoño) este párrafo escrito por Julio Cortázar en Rayuela.

 

La belleza había dejado paso, en todo su ser,a una sobreactuada fealdad de la que se jactaba con las pocas personas a quien se dirijía, una era a ella misma.

Paula, 8 hijos, cuatro maridos (todos vencidos por enfermades fulminantes y no definidas por la medicina),una habitación oscura, humeda y con olor a cementerio. Llevaba sus 80 años como quien arrastra un peso de dolor imposible de llevar en el andar de la Vida.

Lectora adicta. Lectora de clásicos, de autores intrascendentes y de viejos libros de cocina. Devoraba cada segundo de su devenir -con el esfuerzo de una vista maltrecha- en historias, ficciones, en fin, en ese mentir con altura que bien llevan los buenos literatos.

Paula leía y llevaba su secreto: el amor siempre te lleva a la muerte, y un amor no correspondido la adelanta, se decía.

Raúl,José,Clemente y Carlos habían sido maridos y parejas que transitaron su belleza y su ocaso; su excelta mano para la comida y sus depresiones constantes (sólo sobrellevadas en su mundo de libros).

Su risa sonora y sus largos silencios. Dos ojos, cuyo pincel de la vida los llevaba del azul mar, al verde praderas; y su sexo voraz,( y a cuentagotas) hicieron que esos hombres sucumbieran ante ella.

A todos los unían dos cosas -que Paula odiaba profundamente-: tenían otra mujer y desgano por el trabajo, aquel que podría haber llevado mangos para arreglar la lúgubre casa de Barracas.

Paula vendía comida (sus manos eran mariposas que volaban por los ingredientes) y de noche atendía un bar. Le quedaban 6 horas por día libres: tres leía y tres hacía que dormía.

Su abuela, Emma ( napolitana), le había dado la fórmula: y la usó. La usó cuatro veces. Fulminante y certera.

Como la muerte de sus cuatro hombres. Muertes deseadas, íntimamente ,primero por ella.

«La eternidad está en las cosas del tiempo”, decía Borges sobre La Muerte. Paula lo había entendido y lo practicó.

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