NO HABRÁ MÁS PENAS NI OLVIDOS

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Buenos Aires SOS.- 10 de octubre de 2011.- (Por Leandro Filozof).-  La candidatura al Oscar de Aballay, basada en un cuento del autor mendocino fallecido hace un cuarto de siglo, termina de hacer justicia con un escritor que permaneció olvidado durante años. Vida y obra de un imprescindible.

En la década del ’90, su nombre era casi desconocido. Recién en 1999, después de casi veinte años de abandono, sus libros tentaron a una editorial y recuperaron un lugar en las librerías. A su vez, fue ganando lugar en la academia: Beatriz Sarlo, por ejemplo, les hacía leer a sus alumnos de Letras fotocopias de textos que no se conseguían. Esos primeros pasos de una merecida reivindicación culminaron el lunes 3 de octubre cuando la película Aballay, el hombre sin miedo, basada en uno de sus cuentos, fue nominada como precandidata para representar al país en los premios Oscar. A 25 años de su muerte, Antonio Di Benedetto fue recuperado del olvido.

“‘Aballay’ es un cuento de orfebrería muy minuciosa y el mérito de Fernando Spiner, el director, es haber traicionado al cuento. Es una de las grandes películas de los últimos tiempos. Hay también una versión de la novela Los suicidas, de Di Benedetto que no está mal: se lo empieza a mirar como una fuente de inspiración cinematográfica”, dice el escritor Guillermo Saccomanno.

“Estando en Roma, llegó a mis manos en los ’90 su libro de cuentos Caballo en el salitral –cuenta Spiner, guionista y director–. Ahí estaba ‘Aballay’, lo leí y me obsesioné, así que lo releí y quise, inmediatamente, hacer un guión. Pasaron más de veinte años para poder hacer la película. Pero que contribuya a que de alguna manera pueda llegar más masivamente a la gente y puedan disfrutar de su literatura me da mucho orgullo y le da más sentido a la película.”

Así como el film tardó veinte años en poder realizarse, mucho tiempo estuvieron sus libros alejados de las librerías. “Su historia de militancia y su ideología le costaron el olvido de la academia y el público en general. Porque desde el punto de vista literario, es casi un prócer de nuestra literatura”, dice la escritora mendocina Liliana Bodoc. Di Benedetto, nacido también en Mendoza, en 1922, escribió varias novelas, siendo tal vez la más importante Zama (1956) –elegida recientemente por la Biblioteca Nacional y el Centro Cultural Haroldo Conti como uno de los 200 libros necesarios para recorrer los 200 años de la cultura argentina–. En 1976, apenas empezado el golpe, fue secuestrado por los militares. Pasó diecinueve meses recibiendo golpizas y sufrió, además, cuatro simulacros de fusilamiento. En una entrevista con María Esther Vázquez, la escultora Adelma Petroni, amiga del escritor, cuenta que le rompían todos los papeles. Pero encontró la forma de hacerle llegar sus escritos: “Me mandaba cartas donde me decía: ‘Anoche tuve un sueño muy lindo, voy a contártelo’”. Y transcribía el cuento, con letra microscópica que ella tenía que leer con lupa. “Me enteré que escribió ‘Aballay’, como muchos otros cuentos, estando en la cárcel –cuenta Spiner–. Que un tipo atravesado por la violencia del terrorismo de Estado pudiera escribir un texto colocándose en el lugar del violento, me impresionó.”

“Di Benedetto es una especie de casi extranjero dentro de la literatura argentina, en el sentido de El extranjero de Camus –explica Saccomanno–. Acá hubo escritores que lo vieron hace bastantes años: Saer habló de él y otros también. El mejor homenaje es el cuento ‘Sensini’, que escribió Roberto Bolaño.” Borges también lo destacó: “Ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que siguen emocionándome”, dijo.

“Es un escritor para lectores de otro tiempo que le dan a la lectura literaria el tiempo que esta necesita, que es particular y muy lento –explica Bodoc–. De todos modos, escuchaba el otro día que la película era de género popular. Hay claramente caminos entre el lenguaje literario y el pueblo, caminos de ida y vuelta porque la alta literatura se nutre de lo popular.”

Di Benedetto fue excarcelado en 1977 y se exilió en Estados Unidos, Francia y España. “Corresponde a una serie de escritores olvidados pero no es una novedad: los reconocimientos llegan tarde. Lo que ocurre es que se le generó ese título de escritor para escritores, aunque lo es para todo público, y también contribuyó el exilio”, aclara Saccomanno. Poco antes de morir –de un derrame cerebral– en 1986, Di Benedetto volvió a Buenos Aires pero no llegó a vislumbrar el reconocimiento. En un epílogo que hizo para una recopilación de tres novelas del mendocino, el escritor Sergio Chejfec cuenta que en 1985 estaba en la pizzería El Cuartito cuando vio a un hombre mayor que se demoraba en sacar unos billetes para pagarles a los mozos, impacientes: “Lo esperé en la vereda. Quería ver si era Antonio Di Benedetto –escribió Chejfec–. Vivía cruzando la calle Paraguay, según recuerdo que me dijo, en un departamento prestado por la viuda de Fermín Estrella Gutiérrez. Le señalé, para ver de moderar su pesimismo, que escribía reseñas en El Periodista (un semanario de entonces); le dije que desde allí tenía una incidencia, etc. Para qué. Mis consolaciones eran de una corrección completamente desubicada. Sin perder la calma, pero más sombrío de cómo había salido del local, contestó: ‘Usted es joven, y por eso puede parecerle que lo mío está bien. Pero no es así. Estoy entregado a la nada’”.

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