MATRIMONIO IGUALITARIO

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Buenos Aires Sos.- 15 de julio de 2010.- (Por Gabriela Sharpe).-El Senado aprobó el proyecto de ley que establece la posibilidad de que las parejas del mismo sexo puedan casarse en igualdad de condiciones con las parejas heterosexuales. Argentina se convirtió así en el primer país sudamericano en legalizar los matrimonios homosexuales.

Una vez más la plaza del Congreso fue el escenario elegido para que la sociedad diera rienda suelta a sus expresiones. Como ocurrió con el debate de la 125, cuando carpas se instalaron y en ellas los porteños debatieron las ventajas y desventajas de de las retenciones a la producción agrícola.

Ocurrió lo mismo con lo que los medios de comunicación mal llamaron «matrimonio gay».  Los porteños volvieron a discutir y las máscaras fueron cayendo, sin ruido pero con fuerza.

La marcha «naranja», convocada por la iglesia católica, universidades y colegios pertenencientes a ese credo, colmó la plaza de un solo color y una sola consigna.  Chiquilinas, alumnas de escuelas católicas, gritaban enfurecidas por los hijos que quieren una mamá y un papá, pero a la hora de ser entrevistadas, ingenuamente comentaban que se les ponía ausente si no asistían a la manifestación. Con otro target, pero suena al tan mentado sandwich de chorizo y tetra brik, criticado en las marchas peronistas.

Al frente de la cruzada se colocó el cardenal porteño Jorge Bergoglio que difundió una serie de conceptos acerca de la posición de la iglesia frente a la posibilidad de que se sancione la Ley de Matrimonio Homosexual en una carta dirigida a las religiosas carmelitas de Buenos Aires.

«Les escribo estas líneas a cada una de ustedes que están en los cuatro monasterios de Buenos Aires. El pueblo argentino deberá afrontar, en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia. Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo», inició el purpurado porteño.

En ese sentido, Bergoglio sostuvo que «está en juego la identidad y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos» . «Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre . Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones», agregó.

Según aclaró, este proyecto no es uno más de los que se discuten en el Congreso de la Nación. «No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ‘movida’ del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios» , aseguró el cardenal.

Acto seguido, señaló que «hoy la Patria, ante esta situación, necesita de la asistencia especial del Espíritu Santo que ponga la luz de la Verdad en medio de las tinieblas del error; necesita de este Abogado que nos defienda del encantamiento de tantos sofismas».

Fanatismo, cerrazón son algunos de los adjetivos que vienen a la mente de una persona abierta al leer estos conceptos.

Menos mal que existió otra marcha, la multicolor, la que viene gritando desde hace años que todas las personas son iguales, que la sexualidad no hace la diferencia, que cada uno vive como puede y como quiere. En esta ocasión no hubo fanatismo, hubo convicción y dignidad.

Al Papa lo que es del Papa y al César lo que es del César.

Ojalá que algún día la iglesia católica convoque a una marcha en contra de los pedófilos que andan por el mundo y también, entre sus filas.  Y ese día estaremos todos.

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