LOS GALGOS

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Buenos Aires Sos (BAS).- Agosto 2007.- (Por Gabriela Sharpe).- Los porteños y los bares. Son una rara mezcla que se diluye en el tiempo de un cortado.
Qué sería de los bares sin ese alma quejumbrosa del porteño. Ese paréntesis que uno se impone en la mesa de un café.

 

En los bares porteños uno siempre encuentra algo, un clima, un olor, un rincón, una historia.

El café ubicado en la céntrica esquina de Callao y Lavalle, es uno de los tantos Cafés Notables de la Ciudad.  En Los Galgos el cliente pierde la noción del tiempo.  O, quizás, este emplazado en otro tiempo.  Desde las ventanas se ve pasar a la gente con un andar apresurado, de inmediatez absoluta, pero adentro, la cuestión es otra.

Los Galgos está atendido por los hermanos Horacio, Alberto e Inés Ramos, que junto con el mozo acumulan mucho más de cien años.

Y ese cúmulo de años es lo que lo hace diferente.  Todo ahí tiene otro ritmo, los minutos son elásticos, la vida pasa en cámara lenta, mientras que del otro lado del vidrio, la vida se apresura siendo el vértigo su ritmo favorito.

Allá por el 1500, en la época de los querandíes, este lugar era conocido como el tunal y la actual Callao era la calle de Las Tunas . En 1880 desaparece el tunal, comienzan a lotearse los terrenos y es en este lugar donde se edifica la residencia de la familia Lezama. Puesta en venta en 1920, la compró la firma Singer, que abrió allí la primera fábrica de máquinas de coser de América latina. Después fue una farmacia y, por último, en 1930,  un asturiano empezó a explotar el lugar como bar y almacén.

«El asturiano era aficionado a las carreras de galgos, que son famosas en Asturias y puso a los perros como adornos «explica Horacio, quien está al frente del negocio.

En 1948 lo compra José Ramos, padre de los actuales dueños, y decide mantener el nombre, las mesas, las sillas, una manija chopera con forma de cisne –que hoy cumple las funciones de una canilla – y dos galgos de porcelana que tenía el asturiano

Nostalgiosos, los Ramos recuerdan que en 1860 pasó por esa esquina la locomotora La Porteña y que, cuando eran adolescentes, ahí paraban los tranvías 14, 25, 61 y 63.

Durante los años cincuenta y setenta el bar abría las 24 horas, y era frecuentado por políticos y artistas.  Fueron asiduos clientes: Enrique Santos Discépolo, Anibal Troilo, Arturo Frondizi, Oscar Alende, por citar sólo algunos. Hoy permanece abierto de 6 a 21 hs.

Tiene tres entradas. Una de ellas está sobre Callao, la otra, sobre Lavalle, y una tercera en la misma esquina. Tiene la particularidad de pertenecer a dos barrios (Balvanera y San Nicolás).

Es un bar que da placer mirar la gente pasar.

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