La Terminal de omnibus fantasma

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La terminal Dellepiane fue levantada por la empresa Terminales Terrestres Argentina (TTA), del empresario Néstor Otero. La inversión fue de más de 30 millones de dólares. Hace tres trimestres que es tierra de nadie.

“A la terminal Dellepiane, por favor.” “¿A dónde?”, preguntó el taxista. A la nueva estación de micros de larga distancia de Villa Soldati, reafirmó este cronista, dudando si no había cometido un error al parar aquel taxi con un conductor inexperto. “¿Hace mucho que maneja el taxi?”, la respuesta fue una confirmación momentánea: “hace poco … unos 27 años”. Estaba claro que el desconocimiento del lugar había que buscarlo por otro lado. La respuesta comenzó a asomar veinte minutos más tarde, cuando el vehículo ingresó por la avenida Perito Moreno, sobre la que se encuentra la  terminal, y accedió a la playa de estacionamiento para cuatrocientos coches completamente vacía, y se detuvo frente a la entrada de una estación desolada, donde la única presencia humana era la de un guardia de seguridad. “¿Cuándo la inauguran?”, preguntó el taxista, quizás pensando en un conchabo que le asegure unos cuantos viajes diarios. Sin embargo, y pese a las apariencias, la terminal fue finalizada en diciembre de 2016 e inaugurada tres meses después, el 15 de marzo, con la presencia del secretario de Desarrollo Urbano y Transporte, Juan José Méndez, el ministro de Modernización, Innovación y Tecnología, Andrés Freire, y autoridades de la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT). La expectativa era que a esta altura del año pasaran por la estación alrededor de mil micros por día, pero un entramado de conflictos, entre los transportistas, los dueños del predio y el gobierno, la mantienen en estado fantasmal.

En el cruce entre Dellepiane, Perito Moreno, la autopista Cámpora y Mariano Acosta, en un predio de más de cuatro hectáreas, la empresa Terminales Terrestres Argentina (TTA), del empresario Néstor Otero, levantó, con una inversión de más de 30 millones de dólares, una moderna terminal de ómnibus destinada a descomprimir la estación de Retiro. Asentada sobre terrenos que pertenecen a la Ciudad, que fueron cedidos por 18 años para su explotación a través de la Ley 4924 sancionada por la Legislatura a TTA, la modernidad del edificio desentona con su entorno, al que pretende traccionar una vez que el emprendimiento comience a funcionar y permita mejorar los indicadores geográficos de accesibilidad e infraestructura de los barrios circundantes. Por ahora, la intención parece lejana

A principios de los noventa el antropólogo francés Marc Augé definió a los lugares de tránsito como los aeropuertos, autopistas, terminales de micros, entro otros, como espacios de anonimato. Los denominó no lugares. Zonas de encuentros fugaces, acelerados, pero también de espera. Dellepiane aún no alcanzó ese status, mas bien lo reclama. Por ahora es un lugar para un no lugar, y el anonimato, simple inexistencia. “Fueron tantos los que faltaron que si falta uno más no cabe”, sentenció alguna vez el escritor Macedonio Fernández, y no pensaba en esta terminal, que en su vidriera de entrada, a modo de aforismo naroskyano, recibe a los aún no llegados pasajeros con la inscripción: Ir. Llegar. Estar. Volver. Pero a las 17.30 de un martes, a excepción del guardia, el cronista y el fotógrafo, no hay quien lea el mensaje que augura un viaje seguro.

Desde el playón de entrada, donde hay destinados espacios exclusivos para combis y minibuses, y luego de transponer el umbral, la perspectiva abre a un largo hall donde se encuentra la recepción y, sobre los laterales, sectores asignados para futuros locales comerciales. El blanco de las paredes, los techos, las columnas y los pisos contrastan con una hilera de mosaicos negra que surca el ambiente y sobre la que se han dispuesto filas de sillas en tándem metálicas. Pero el predominio central del espacio, como sucede en casi toda la terminal, lo tiene la luz solar que llega  atravesando el techo vidriado. Al fondo de este primer salón, dos escaleras mecánicas llevan al primer piso, donde están dispuestas en forma lineal  las 57 boleterías, esperando ser ocupadas por las empresas de transportes. Sólo unas pocas tienen carteles: Flecha Bus Chevallier, en el puesto 55; Tigre Iguazú, en el 51; El Pulqui en el 35 y no muchas más.

Adentrándose un poco más por la planta baja, se abre un gran salón de forma circular, que da acceso a las plataformas de arribo y partida de los micros, rematado por una cúpula vidriada. El contraste entre la geometría en blanco y negro de los pisos y la luz cenital, vuelven la atmósfera visual del espacio en un lugar táctil. Al fondo, un bar cerrado y con las mesas dispuestas acentúan el vacío de los 3886,81 metros cubiertos construidos.

De acuerdo con la información de la empresa, el edificio es ecológico: cuenta con un diseño que aprovecha al máximo la luz solar, un sistema de recolección de agua de lluvia para usar para los sanitarios, y paneles solares y energía eólica para la iluminación nocturna exterior con lámparas LED. También cuenta con tecnología de avanzada para control de equipaje, de circulación de micros, scaners detectores de metales, geolocalización satelital de las unidades y cámaras de vigilancia.

El gerente de la terminal, Agustin Foti, explicó a PáginaI12 que “en junio de 2016, un decreto presidencial modificó la norma que establecía a Retiro como única terminal habilitada de la ciudad, y habilitó Dellepiane. De acuerdo a ese decreto, el 35 por ciento de las operaciones de Retiro debían pasar a la nueva terminal, pudiendo llegar hasta el 50 por ciento en casos excepcionales. Ese flujo lo tiene que administrar semestralmente la CNRT, indicando cuáles servicios deberían ir a cada terminal. Sin embargo, pasaron tres trimestres, y esto no se cumplió”, dijo Foti, y señaló que “ya hay un pedido de informes de la Defensoría del Pueblo por el incumplimiento”. Además, el gerente sostuvo que “cuando las empresas empiecen a vender boletos y a utilizar la terminal, que es la más moderna de Latinoamérica, van a tener demanda de pasajeros que reclaman. Los únicos perjudicados son los usuarios: el parador de Liniers no está habilitado aunque funciona, y Retiro es inaccesible por las obras en la zona. La terminal está pensada contra la hora pico”, afirmó.

Desde la Secretaría de Transporte porteña informaron que el “emprendimiento es privado y el gobierno no intercede en las tratativas. El privado es quien debe seducir a las empresas para que operen desde la terminal, es él el que tiene que encargarse de que funcione. Y no es desinterés del gobierno”, señaló la vocera.

Por su parte, el encargado de prensa de la Cámara Empresaria de Larga Distancia (Celadi), Gustavo Gaona, dijo a este diario que “como cámara estamos a favor de la desconcentración de la terminal Retiro. Pero cuando nos enteramos que se iba a hacer Dellepiane, le pedimos a Ciudad conocer los detalles y planteamos objeciones por la ubicación. El proyecto nació de un inversor privado que no consultó a las transportistas si era factible. Durante dos años advertimos al gobierno porteño y a nación y no nos escucharon. Nunca pensaron en los pasajeros. La terminal está muy bien, es muy linda pero no hay pasajeros. Tiene, por ejemplo, muchos puestos de ventas para pasajes, cuando vamos hacia un transporte sin boleterías. No se pensó con la lógica de los transportistas”. “Más allá de los conflictos que hay con (Néstor) Otero –dueño de la terminal y administrador desde 1993 de Retiro– el tema clave es que no tiene pasajeros y estos no tienen cómo llegar. No hay tren ni subte ni líneas de colectivo. Dicen que las empresas  no quieren ir y no es verdad, nosotros vamos donde hay pasajeros. A Liniers se va porque hay demanda, si quisieran salir de Dellepiane iríamos”, sostuvo.

Además, de acuerdo a Gaona, la ciudad hizo un carril exclusivo en la Autopista 25 de mayo que en hora pico permite ahorrar mucho tiempo desde Retiro, y Dellepiane no tiene salida al carril. A esto se suma el costo de tener personal en ambas terminales o el doble pago de peajes. De todos modos, el vocero aseguró que “vamos a intentar encontrarle la vuelta, el ómnibus está detrás del pasajero”.

Por ahora, mientras la luz del atardecer cae sobre el domo vidriado y las sombras tensionan la arquitectura de un decorado que reclama la figura humana, afuera, las diez paradas de colectivo esperan ser incluidas en el trayecto de las empresas de colectivo respectivas. En tanto, el fotógrafo  y quien escribe, salieron del lugar en el mismo taxi en el que llegaron y al que, precavidos, dejaron esperando con el reloj en marcha.

(Por Nicolás Romero)

 

 

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