La historia de una foto, la historia de un país

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(Por Cora Gamarnik) Sucedió el 25 de febrero del año 2000. Todavía estaban vigentes las leyes de impunidad que impedían juzgar a los represores de la dictadura militar. Astiz, sin duda uno de sus máximos exponentes por su crueldad, su vileza y su sordidez, logró ser llevado al banquillo de los acusados por hacer ‘apología del delito’, no por los delitos que había cometido. Dos años antes, en 1998, le había dado una entrevista a Gabriela Cerruti para la revista Tres Puntos. En esa entrevista cuyo título fue “No me arrepiento de nada” había dicho también: “…las Juntas fueron cobardes. (…) no se bancaron salir a decir que había que fusilarlos a todos.»
-«¿Si hubiera torturado si me hubieran mandado? Sí, claro que sí. Yo digo que a mí la Armada me enseñó a destruir. (…) Sé poner minas y bombas, sé infiltrarme, sé desarmar una organización, sé matar. Todo eso lo sé hacer bien»
-«Yo soy el hombre mejor preparado técnicamente en este país para matar a un político o a un periodista”.

La agrupación HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) se había conformado tres años antes, en 1995. La imposibilidad de la justicia los llevó a inventar la política de los ‘escraches’ como una forma de condena social. La consigna era “Si no hay justicia hay escrache”. HIJOS identificaba donde vivía un represor, avisaban a los vecinos quien era, que había hecho, señalizaban el lugar, repartían volantes y se manifestaban frente al domicilio…

El día que Astiz tuvo que ir a los Tribunales unos veinte jóvenes fueron a presenciar la audiencia con sacos y buzos a pesar del verano. Ni bien el represor se sentó en el banquillo se quitaron sus sacos. Sus padres habían sido secuestrados y desaparecidos y ellos estaban ahí, dando al mundo un mensaje con su cuerpo, con remeras pintadas a mano.

Daniel Jayo es el autor de la foto. “Lo que recuerdo de ese día es que todo fue muy rápido. Nuestro acceso, el acceso de Astiz, la acción de Hijos. Me sorprendió mucho que nos dieran acceso al tribunal y nos pusieran frente a semejante personaje. (…) me sorprendió gratamente la acción de Hijos de la que nadie tenía idea antes de que sucediera. (…) Recuerdo que esa tarde mientras cubría otra nota me llamó Mario Wainfeld que en ese momento era el editor de política de Página 12 para felicitarme por esa toma cosa que aún hoy me llena de orgullo”.

Por suerte había fotógrafos ese día. Por suerte Daniel sacó esta foto. Astiz de traje y corbata en primer plano con la mirada perdida. Los Hijos con sus remeras detrás. Uno de ellos solo lo mira, sus brazos se apoyan fuerte en la frágil separación que lo distancia del represor. Tres muchachas gritan. Vemos sus gargantas, podemos percibir la tensión en sus gestos. Un policía al costado no atina a hacer nada.
El juez federal Claudio Bonadío estaba a cargo de la causa. En ese momento anunció que ordenaría la presentación de una denuncia por los incidentes ante el juzgado de turno (https://www.pagina12.com.ar/2000/00-02/00-02-26/pag03.htm)

Astiz ya había sido escrachado antes. El 1 de setiembre de 1995 el guardaparque Alfredo Chaves – que había sido detenido y desaparecido durante ocho meses en el centro clandestino El Vesubio mientras hacía el servicio militar- lo había identificado en una esquina de Bariloche. Se le acercó y le preguntó “¿Vos sos Astiz?”,“Sí, ¿vos quién sos”?, respondió el represor. Chaves le dio como respuesta una piña en el centro de la cara. Durante mucho tiempo, cada 1° de septiembre, se realizó en esa esquina de Bariloche una conmemoración simbólica a “la piña”.
En estos días el Servicio Penitenciario Federal –que depende del Ministerio de Justicia– emitió una lista de presos en condiciones de acceder a la prisión domiciliaria. Astiz que cumple dos condenas a cadena perpetua por los crímenes cometidos en la ESMA está en la lista.
No terminan de entender que la prisión de Astiz no está solo en la cárcel

 

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