¿JUVENTUDES CONTESTARIAS O NUEVOS SEGMENTOS PARA EL CONSUMO?

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Buenos Aires Sos (BAS).- Agosto 2008.- (Por Héctor Sosa).- La tendencia universal de las últimas tres décadas marcó, según las principales empresas de marketing social, la necesidad de acelerar un proceso de segmentación entre los distintos grupos sociales, con el objetivo de evaluar qué tipo de mercancías colocar en el mercado que cumplan con dos mandamientos de la sociedad del consumo: sentido de pertenencia y obtención de un objeto material que ponga a ese ser humano como “existente”.

 

Los medios de (des) comunicación hicieron ríos vertiginosos, donde las marcas van como lanchas de carreras rumbo al mundo individual de millones de jóvenes.

«El 70 % de los mensajes publicitarios, de la industria cinematográfica, la TV, los sitios, portales, blog y discografía mundial ponen proa rumbo al conciente e inconciente de un segmento que ocupa un tercio de la humanidad», sostiene Noemí Kleim.

La proliferación de nuevas tribus urbanas en las grandes ciudades y sus periferias puso en debate dos ideas:

A)   Jóvenes que al no encontrar sentidos simbólicos y de afectos que los contengan, van en búsqueda de sus propias (pequeñas-grandes) mitologías e incorporan aquello  que se les tiene vedado desde el «territorio de los mayores».

B)   A partir de la crisis mundial económica de fines de los 70, cambia el paradigma de la producción y del consumo y ventas masivas: se estudia los fenómenos de cambios sociales y se «venden» productos que los adolescentes incorporen como contestatarios, sin bucear que la píldora de la rebeldía está planificada desde equipos de sociólogo, psicólogos, nutricionistas, deportólogos y politicólogos.

La intención de nuestro equipo de redacción es ir buscando algunas respuestas y quizás muchas preguntas al fenómeno de las nuevas tribus urbanas, en éste caso de Buenos Aires.

Tratando de no prejuzgar el fenómeno, ya sea para colocarlo en el casillero de lo «nuevo», como tampoco subestimar una movilidad subterránea y pública donde los jóvenes buscan su lugar en el mundo. A como sea.

«Una tribu urbana se constituye como un conjunto de reglas específicas a las que el joven decide confiar su imagen parcial o global, con diferentes niveles de implicación personal», nos dice el sociólogo Fabio Tropea.

«Una tribu funciona casi como una pequeña mitología en donde sus miembros pueden construir con relativa claridad una imagen, un esquema de valores propios y comportamientos gracias a los cuales sale del anonimato con un sentido de identidad reafirmado y reforzado», precisa el autor.

En un modelo de sociedad que despersonaliza, hace del individualismo su dios supremo y del consumo material el plato de comida simbólico, la proliferación de grupos sociales que se nuclean en base a referencias  estéticas, edades y un habla y códigos comunes.

Quizás-sin que ello obedezca a alguna planificación previa- lo que en realidad sucede es que miles de jóvenes buscan encontrar otros canales de expresión y quizás un marco afectivo que no tienen en sus grupos familiares.

Refractarios de los modelos que se les intentan proyectar «Emos», «Rollingas», «Góticos», «Cumbiancheros», «Ricoteros», «Punk» o «Rockeros» (por citar solamente una parcialidad) se mueven por territorios que inventan y reinventan en constante movimiento.

¿No hay similitudes con los cambios que se producen en las sociedades respecto a la lengua oficial y el «habla popular»?

¿Si quieren escapar a la «Uniformidad», cuáles son las razones para tener sus propios «uniformes«?

¿Si las remeras del «Che» pegan las rebeldías en el pecho de millones de pibes, son sinónimo de que las ideas de Guevara serán puestas en práctica?

¿Los estudios de mercado no identificaron ya los gustos de estos grupos y pusieron sus maquinarias de producción al servicio de los «uniformes» contestatarios?

Preguntas, simples preguntas.

Sólo por tomar una de las tribus urbanas de Buenos Aires (seguiremos todas las semanas con el resto): los Emos, o tambièn denominada «la tribu de los jóvenes tristes», han empezado a masificar su presencia en plazas, al ritmo de ser «noticias» para los medios.

Son de clase media, algunos se autoflagelan para mostrar su  dolor, rechazan a sus padres y a la sociedad.

Todos los sábados cientos de adolescentes vestidos de negro, con sus ojos maquillados, los flequillos en el ojo y la mirada triste, pueblan las inmediaciones de la plaza Rodríguez Peña, situada en la calle Rodríguez Peña entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, frente al Ministerio de Cultura y Educación.

Debido a sus peinados (teñido color negro, volcados a un solo ojo en forma de triángulo) y su andar afeminado, los«emos» muchas veces son comparados con los «metrosexuales» (hombres que cuidan mucho su estética, y terminan brindando un aspecto femenino).

«Usamos los cabellos en el ojo para mostrar que una parte de la sociedad nos da vergüenza. No queremos que esa parte de la sociedad, que no nos gusta, nos vea», dicen.

«No queremos cambiar el mundo; sabemos que eso no tiene sentido», proclaman.

Los «emos» se definen como personas sensibles. El mundo que los rodea no los comprende y, quizá por eso, tienden a victimizarse. Frases como «la gente nos discrimina» o «¿Por qué me dejaste?» son frecuentes entre los «emos».

Los «emos» escuchan grupos musicales como My Chemical Romance, Panic! at the Disco y 30 Seconds to Mars, que centran sus canciones en sentimientos como el amor, el odio y la desilusión. Estos grupos son fuertemente impulsados por MTV.

En un principio, el emo-core fue un subgénero musical que nació en los 80 en Washington DC, como un desprendimiento del punk. Los grupos pioneros fueron Rites of Spring, Embrace y Gray Matter, entre otros. Sin embargo, los grupos que hoy se conocen como «emos» tienen poco que ver con aquellos ignotos pioneros.

Existen «emos» que, entre otras prácticas oscuras, se cortan la piel como sinónimo de descontento con el mundo que los rodea y fantasean con el suicidio.

Algunas parejas de «emos» se cortan el cuerpo para llevar las mismas marcas, como símbolo de fraternidad.
Hasta suben videos a Internet donde aparecen cortándose los brazos. De hecho, en You Tube se cuentan por decenas los videoclips donde jóvenes «emo» se cortan los brazos.

«Hay muchos «emos» que se cortan los brazos para expresar el dolor que llevan adentro».

En el caso de esta tribu urbana, se coincide en señalar que, en su gran mayoría, tienen vínculos rotos con su familia primaria.

El no compromiso como símbolo: un manjar para los dueños del poder, y una lejanía, en todos los aspectos, con los «ricoteros».

De ellos hablamos la semana próxima.

 

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