«EN MOMENTOS DE TENSIÓN POLÍTICA, LA PLÁSTICA BUSCA LA CALLE»

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Buenos Aires Sos (BAS).- Octubre 2008.- (Por Nahuel Lag).- La historiadora del arte dialogó con Agencia NAN acerca del rol del arte en momentos de crisis, la destrucción cultural propiciada por la última dictadura y las limitaciones del arte para convertirse en “de masas”. Directora del espacio Imago y curadora de diversas muestras en las que se cruzaron el arte y la política, Constantín consideró que las instituciones del arte local “limitan” a los artistas porque las obras que se hacen en la calle “no tienen valor de mercado”.

 

Las plásticas, a lo largo de la historia, fueron consideradas como las más nobles de todas las artes. Walter Benjamín les otorgo un aura. Pero en momentos de crisis, los artistas deciden abandonar las galerías para llevar su arte a las calles junto a la protesta social. Según la historiadora de arte Maria Teresa Constantín, el límite entre artes plásticas y política se hace evidente en momentos de tensión social y política, cuándo el artista “busca la calle” y juega a convertirse en “manifestante” para romper con los circuitos cerrados, los controles del mercado de las galerías y las limitaciones técnicas que no le permiten llegar inmediatamente a lo popular.

La primera señal de unión entre arte y política se dio dos años antes de la Revolución Francesa de 1789, cuando el artista Jacques-Luis David pintó El juramento de los Horacios, con la que intentaba significar los tiempos que se avecinaban sobre Francia, de búsqueda de una sociedad con libertad, igualdad y fraternidad y con la que consiguió que el arte dejara de ser la herramienta de la Iglesia y las Cortes para desperdigar sus ideales conservadores.

En Argentina, la muestra Tucumán arde, realizada en 1968 –año del Mayo Francés y a meses del Cordobazo– por artistas de vanguardia rosarinos y porteños en la CGT de los Argentinos de Rosario y Capital Federal, fue la aproximación mejor lograda entre arte y política, según algunos teóricos del arte. Otros continúan discutiendo si se considera a la muestra, que denunció la pobreza provocada por los ingenios azucareros tucumanos, como arte o sólo una acción política.

Según Constantin: “hay determinados momentos de tensión social en los que lo político se exacerba y el artista desea intervenir sobre lo que está sucediendo, con la intención de modificarlo”. El resultado es que “se exhibe un arte más potente y las obras salen de los espacios tradicionales, buscan la calle y fundirse con la vida”. El deTucumán arde, en ese sentido, “fue uno de ellos, en los que los artistas plásticos se enfrentaron a la disyuntiva de continuar con el arte o la militancia y muchos rompieron con las instituciones artísticas”.

“Son dos opciones, una de ellas es ir hacia la vida y fundirse con las reivindicaciones políticas y sociales”, marcó la coordinadora de arte del espacio Imago, para dar cuenta de que “inevitablemente” quienes se mueven dentro de los espacios cerrados de arte tienen un alcance a un público reducido ya que no es “un arte de masas como pueden serlo el cine o el teatro, con sus limitaciones”.

Para dar cuenta de esta distancia entra las artes visuales y el compromiso político de los artistas, la historiadora recordó la muestra Cuerpo y materia, de obras del período de la última dictadura y de la cual fue curadora, porque durante la investigación previa encontró historias de artistas como Franco Venturi, que a pesar de ser un pintor militante fue secuestrado por su participación en el Peronismo de Base. “Con su obra no molestaba, la escucha que tenía era minoritaria. Los militares golpearon allí donde sabían que había una influencia de masas, buscaron a los periodistas, los actores de teatro”, sentenció Constantín.

Además de la limitación técnica que encuentra el arte visual para tener un impacto inmediato en los sectores populares, Constantin explicó que existen otras, como el control de las instituciones tradicionales relacionados con que el artista que desea profesionalizar su arte debe realizar un “camino de consagración” pasando por espacios de arte, museos y galerías que le den prestigio y le permiten vivir de su arte, así sus obras serán “un producto más del mercado”. Sin embargo, no descartó que hay artistas que “hacen arte comprometido desde de las instituciones, que piensan que si quieren cambiar el mundo del arte lo tienen que hacer desde allí.

Es en la dicotomía entre profesionalizar su arte y el deseo de llevar sus mensajes a un público más amplio donde los artistas pueden detener su camino hacia lo social, debido a que, a pesar de que buscan una mayor exhibición, la “verdadera acción política se hace en la calle y de la obra no queda registro o al estar en el espacio público se hace invendible. Y el resultado material es muy fuerte en las instituciones tradicionales, ya que las colecciones se construyen a partir de la compra”, advirtió la integrante del Centro Argentino de Investigadores de Arte.

A pesar de estas complicaciones, en el país continuaron apareciendo grupos de artistas comprometidos políticamente, como los que produjeron el fenómeno del Siluetazoque, en los primeros años de la década de 1980, acompañó a las protestas de los grupos de Derechos Humanos con siluetas en papel pegadas en los muros de las ciudades representando «la ausencia de una presencia», por los detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar.

En 1997 apareció el Grupo Etcétera, que también tomó las calles para participar de protestas en defensa de la salud, la educación y especialmente en los escraches de la agrupación HIJOS. La estación de Avellaneda, por otra parte, se ha convertido en un espacio de arte a partir de las intervenciones que recuerdan el asesinato por parte de la policía bonaerense de los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Constantín también resaltó la aparición del movimiento de artistas callejeros que a partir de la crisis de 2001 comenzó a ganar los murales de las ciudades y en junio fue institucionalizado en la exposición Ficus repens, realizada en el Palais de Glace. Esta explosión de graffitis, stencils y demás intervenciones, según la coordinadora de Imago, da visibilidad al hecho de que algunos artistas “están hartos de los circuitos tradicionales de arte y salen a pintar de noche, que nadie se entera de quiénes son, se ganan la vida de otro modo, pero establecen un vínculo con la sociedad llevando el arte a la calle”.

“En la época de David, en el siglo XVIII, un arte político por fuera de las instituciones era impensando, pero hoy el camino está mucho más por fuera de las instituciones y los espacios tradicionales, que por dentro de ellos”, definió la disyuntiva la historiadora de arte, en diálogo con Agencia NAN. El resto queda en “manos” de los artistas. (Publicado  http://agencianan.blogspot.com)

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