EN LA BÚSQUEDA DE CIUDADES Y HABITANTES UNIFORMES.

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Buenos Aires Sos (BAS).- Septiembre 2008.- (Por Héctor Sosa).- La cultura entendida como un todo que abarca aquello que producen los habitantes de un país, una región, pueblo o ciudad, de cualquier zona del planeta va ingresando (cada vez de manera más vertiginosa) en una lógica que imponen los países centrales: la uniformidad.

 

Música, cine, televisión, modas, comidas chatarras, diseños urbanísticos, estéticas de espacios públicos y privados van adquiriendo parecidos -como si fueran fotoduplicaciones- en donde Sao Pablo, México DF, Santiago de Chile, Barcelona o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, comienzan a ser hermanas de un mismo molde.

Arquitectos de grandes moles de cemento o editores de la industria cultural, expresada masivamente por la TV, Internet y el cine, van siendo los imaginarios directores de una gran escenografía mundial standarizada, que a la velocidad de la luz van demoliendo formas  originarias de transitar la vida, edificios históricos, sonidos, imágenes o vestimentas.

Así, millones de seres humanos -más allá de acciones importantes de reacción- ven como su aldea urbana y sus gustos culturales han cambiado, en un movimiento que se autodefine como «la modernidad».

«Las ciudades y la cultura de los pueblos se ven violentados por una máquina bien aceitada de standarizar, y donde se busca en lo edilicio un grisado platinado que hace opacar a las flores; y en el plano de la industria cultural (donde se incluye a la información) las desigualdades y capacidades de circulación simbólica de todo tipo de expresión artística, es tan desigual que ya hay generaciones de jóvenes que conocen más artistas, películas y sonidos y ciudades o símbolos de los EE.UU , que las de su propio lugar de pertenencia», al decir de Paul Virillo, estudioso de los cambios en las urbes.

Dos datos:

A) de acuerdo al estudio del diario «La Vanguardia», de España, Estados Unidos es el principal productor de ficción, de marcas (que envuelven un sentido de pertenencia) y de estéticas urbanísticas del mundo.

Sólo en el plano del cine, los enlatados de TV, y las informaciones se afirma que ocupa el 75% de Latinoamérica, el 70% de Europa y el 90% de Africa.

B) Las moles de cemento, las nuevas estéticas de los shopping, aeropuertos, formatos de los espacios públicos, calles, subtes y diseño de las carteleras públicas llevan la impronta de Nueva York en el 80% de las principales 20 ciudades del mundo (según Paul Virillo), entre ellas Buenos Aires.

Perdido el nudo constitutivo de una persona, un barrio, una ciudad o un país, se hace complejo pararse desde una identidad. Decía Juan Bautista Alberdi: «Seguir el desarrollo es adquirir una civilización propia, aunque imperfecta, y no copiar las civilizaciones extranjeras, aunque adelantadas. Cada pueblo debe ser su edad y su suelo, cada pueblo debe ser él mismo».

En la historia de la humanidad a una cultura que se impone, se le opuso una contracultura (o la búsqueda de los orígenes transformados en identidad), la uniformidad es una acción premeditada de los centros de poder: pensamiento único, ciudades gemelas, gustos iguales.

Pararse desde lo opuesto en búsqueda de la propia esencia, sin dejar de tener en cuenta los cambios que el devenir de la historia producen, es el desafío de cada persona individual, de toda organización, pueblo y país que sabe que hay que ir en búsqueda de los primeros pasos para generar los nuevos. Sin que nadie le imponga el zapato que debe calzar.

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