«EL ROCK ESTUVO DURMIENDO UNA SIESTA Y SE ESTÁ DESPERTANDO»

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Buenos Aires Sos (BAS).- Julio 2008.- (Por Celeste Lera).- Tom Lupo es una de esas personas que tiene «la palabra» cuando se trata de analizar ese género tan particular que es el rock nacional. Desde los años ochenta, el psicólogo que también es periodista y conductor brinda espacio en la radio a los artistas que recién comienzan. Muchos, luego desarrollaron grandes carreras, como lo hicieron Luca Prodan, Soda Stereo o Virus.

 

También es palabra autorizada cuando se trata de analizar las propuestas del mensaje radial. Considera que en ese medio no hay lugar para la creatividad y abundan los mensajes «transgresores», que lo único que hacen es recurrir a la sexualidad y el lenguaje más vulgar. En cuanto al rock, cree que la llegada de grandes cuotas de música extranjera actuó en desmedro de las producciones nacionales. Por ello afirma que una nueva ley de radiodifusión debería establecer «porcentajes» para que las emisoras transmitan música nacional, aunque no está seguro de que los intereses económicos permitan que esa legislación sea modificada.

Distinto es lo que ve en el escenario del rock. A pesar de que reconoce el avance de bandas barriales con un mensaje uniformado, no considera que ello sea criticable porque «el gusto popular representa las necesidades de muchas personas».

¿De dónde viene ese impulso que anticipa una nueva etapa dentro del rock nacional?

– Desde hace algunos años se viene renovando. Me parece que todavía tienen cierta vigencia grupos que tienen sus años pero que se vienen renovando, como La Renga y Los Piojos, que andan en la búsqueda. Además, la evolución de Bersuit es interesante en sus letras, porque después de tantos años sigue siendo una banda nueva; no es la misma que hace 20 años. Y siempre hay algunos grupos nuevos que no son conocidos, pero hay que darles una oportunidad.

¿Cree que se viene un nuevo auge comparable al que se produjo en los 70 o en los 80?

– Yo creo que sí. El rock estuvo durmiendo una siesta pero me parece que se está despertando. Hay una gran profusión de bandas nuevas. Lo que pasa es que están en un momento económico difícil porque dejó de ser un negocio la música, por la piratería y la facilidad de bajar los temas. Eso complica un poco la difusión a las discográficas. Pero creo que (las bandas) van a tener que volver a lo que era antes, a hacer un circuito y salir a tocar, encontrarse con la gente, que ahora eso está en un segundo plano.

¿Cómo se manejan hoy las bandas?

– Ahora graban un demo, lo llevan a la discográfica y quieren salir al aire antes de tocar diez veces. Algunos quieren salir sin tocar ni una vez en vivo. Pero van a tener que volver a tocar, es el único camino que les queda, al menos, cuando la ciudad (de Buenos Aires) les permita ir a los boliches nuevamente, estar en mejores condiciones a la hora de dar el show. Porque el síndrome post Cromañón le hizo mucho daño a las bandas nuevas, les cuesta muchísimo encontrar lugar. Tenemos que esperar a que pase todo esto.

¿Cuáles son los artistas que desde un ámbito no tan masivo están produciendo un nuevo tipo de mensaje en el rock?

– Por ejemplo, Palo Pandolfo, que primero estuvo en Don Cornelio y la Zona, después en Los Visitantes y actualmente como solista. Otro caso es el de Sergio Pángaro, con una búsqueda totalmente diferente y muy creativa. Me parece que está sucediendo con bandas nuevas en el ámbito del folklore, como Fanfarrón o Irupé Tarragó Ross, que han vuelto a las raíces. O la Orquesta Típica Fernández Fierro, que hace tango. Todos tienen una estética de rock. El Cuarteto de Nos, si hablamos de cultura rioplatense, es un ejemplo extraordinario de una búsqueda en la letra y en la música diferente de lo que viene pasando. En La Plata también hay una gran movida de bandas nuevas. Siempre hay un artista esperando que le abran la puerta, con algún mensaje que llama la atención.

Frente a estas bandas que están en la búsqueda de una nueva forma de componer, ¿qué sucede con los grupos de rock barrial que aparecieron en los 90 y en los últimos años?

– El otro día, Ricardo Mollo dijo que ahora hay gente que con tres compases hace una composición, y con eso sale a flote; que no se necesita talento. Pero de todos modos, hay que tener cuidado al opinar sobre el gusto popular porque es relativo; porque si le gusta a la gente… No hay una regla de oro que indique que Mozart es la verdad para don Alfredo, y los Pibes Chorros para los hijos de Doña Rosa. Algo les transmiten, han encontrado un puente de comunicación con esa gente para la que nadie tenía un mensaje.

¿Cómo influenció la crisis social que vivimos en los 90 en el surgimiento de ese tipo de grupos?

– Yo creo que es un reflejo. Pero al mismo tiempo es un espacio legítimo en el arte, donde cada uno debería poder expresarse como puede. Hay que tener cuidado al criticar el gusto popular porque uno se pone en posiciones de diferencia de alturas que son relativas. Por supuesto que uno debería intentar mejorar lo que se transmite por la idea de que si el otro quiere más cultura, tiene acceso a una mayor cantidad de lecturas de lo que sucede en el mundo, un punto donde uno pueda hacer múltiples lecturas de la obra. Y ese tipo de obras que representan el gusto popular reduce el espacio del oyente. Pero si le da una alegría momentánea a un tipo que no tiene laburo y que puede sentirse identificado con una letra, y que lo representa porque hace poesía de su vida, es respetable.

Trasladando esto al mensaje de los programas de radio, ¿qué cambios produjeron la crisis social?

– La banalización de los 90 fue terrible. En la radio empezó a haber una invasión de gente que no tenía ninguna preparación, decía cualquier cosa y estaba bien visto. La radio fue una aliada del menemismo, donde nada importaba y uno de los mensajes más duros que había era el «hacéte de abajo». Se instaló un gran desprecio por el oyente en general.

¿Dónde se empezó a manifestar esa construcción banal del mensaje?

– Lo que apareció en los 90 y especialmente en el 2000 fue la radio supuestamente transgresora, no en el pensamiento sino en el discurso. Se podía decir cualquier cosa. Apareció la posibilidad de la sexualidad y el insulto como parte del discurso. Lo cual no me parece ni mal ni bien, sino que responde a una falta de ideas. En ese contexto, lo gracioso en una mujer en radio era que pueda decir «me duele la concha». La «Negra» Vernaci es un ejemplo: muy ingeniosa pero no puede decir diez palabras sin un insulto. No es que yo sea un conservador, pero me parece una falta de recursos, de otro tipo de ideas. No me parece que ayude mucho al que escucha a elaborar un pensamiento. La radio se convirtió en aliada de un estilo en los medios en Argentina que es nivelar para abajo.

¿Cuándo considera que comenzó ese proceso de destrucción del mensaje en la radio?

– La verdadera radio como espacio de creación fue en los años 40 y 50. Había un guión de hierro. Después vinieron los 80, cuando cualquiera podía ir a la radio y hablar. Bastaba ir de la televisión y ser amigo del dueño de la radio. Eso le hizo bien a la radio en parte, pero dejó de ser tomada como espacio de arte. En ciertos lugares como el cine, el teatro y aún en la televisión se exige cierta profesionalidad; en la radio, no. Además, lo grave de los 70 y los 80 fue la invasión definitiva de la música extranjera.

¿Cree que perjudica a la radio la gran cantidad de música extranjera que se emite en ese medio?

– Me parece que es una radio muy colonizada. Si uno deja entrar libremente a la cultura de los imperios, se fagocita la propia cultura. Esto no es inocente, no estamos en las mismas condiciones de competir. En Argentina, hay una radio que comenzó en los 90 que hasta el día de hoy se dio el lujo de nunca pasar un tema en castellano, como es Aspen. Yo estuve investigando y prácticamente no existen otros ejemplos en ningún otro país del mundo de una radio que no pase su propio idioma.

¿Cómo cree que esto debería regularse?

– Debería incluírselo en la nueva «Ley de Radiodifusión». Como sucedía en la época del gobierno de Perón, tiene que haber una cuota obligatoria de música nacional, y que se cumpla; un 30 o 40 por ciento obligatorio. Y también de arte nacional en todos los medios. Eso ayudaría muchísimo a los artistas.

¿Cuánto compromiso ve de parte del Gobierno en la transformación de la ley?

– Creo que tenemos una oportunidad interesante porque el titular del Comfer es Gabriel Mariotto, una persona que tiene un deseo genuino de cambiarlo y que en el Gobierno está en una línea de peronismo que se podría llamar «progresista», tiene realmente un interés de que se produzca esto.

¿De qué manera intervendrían los intereses económicos de las grandes empresas?

– Es posible que intenten impedir el cambio. Ya están haciendo lobby y una de las teorías de las peleas de Clarín con el Gobierno se remonta a cuando se enteraron de que podrían implementar una nueva ley de radiodifusión que les iba a quitar algunos poderes. Siempre los intereses hacen una lucha cuando son tocados. No estoy seguro de que se logre la nueva ley, pero hay un intento.

– ¿Qué otras cosas debería modificar una nueva «Ley de Radiodifusión» para que se produzca una democratización?

– Primero que se acabe con el monopolio, cosa que está reglamentada en muchos países. No puede ser que una misma empresa tenga un canal de televisión, un medio gráfico y una radio porque entre esos medios suelen hablar bien de sí mismos; como sucede con Clarín. Las críticas generalmente más duras son a los canales que no sean Canal 13 y sus otras señales donde se retransmite la misma noticia con la misma ideología. Actualmente es una dictadura en manos de dos o tres monopolios que operan en América latina como aliados de los intereses económicos. Como sucedía en Venezuela, que estuvieron a punto de derrocar el gobierno. Acá no estamos muy lejos de eso. Me parece imperioso que se democraticen los medios. (Publicado  Agencia Universitaria de Noticias y Opinión (AUNO) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (http://www.auno.org.ar)

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