EL OBRERO, UN REDUCTO BIEN PORTEÑO

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Buenos Aires Sos .- Enero 2009.- (Por Gabriela Sharpe).- Todavía quedan algunos bodegones en Buenos Aires. Lugares típicos de la gastronomía porteña, nacidos a principios del siglo XX como fondas donde los obreros, venidos con la inmigración, podían comer a precios accesibles.

 

El Obrero es uno de ellos. Ubicado en un rincón oscuro del barrio de La Boca, en Agustín Caffarena 64.  Lugar de talleres mecánicos y de poco tránsito,  lejos del circuito turistico, al que muchos tacheros se niegan a llevar al pasajero. Ya no es lugar de taitas y malevos, pero sí de cuidados y prevenciones.

Nació en 1910 como almacén, su dueño, un polaco, lo vendió a los actuales dueños, la familia Castro que lo atiende personalmente. Cuentan que allá por 1954, año en que ellos se lo compran al polaco, solían comer los obreros que trabajaban en los frigorificos de la zona.

Visto desde afuera  no invita a entrar, pero una vez dentro, se transforma en un reducto ideal para la charla y la sobremesa.

Las mesas están cubiertas con mantel de hule, inmensos saleros y los casi extinguidos pingüinos con el vino de la casa , como yapa,  en invierno, la infaltable  olla sopera ,marcan las particularidades de este restaurante.

De las paredes cuelgan banderines y fotos, muchisimas fotos, de los jugadores de Boca, algunas en blanco y negro, otras de color sepia, marcan las diferentes èpocas de gloria de los xeneizes.

El menú,  escrito en una pizarra en la pared,no incluye  propuestas cool ni  fashion, sólo comidas caseras y sencillas.

El Obrero se hizo famoso en 1998 cuando la banda irlandesa U2 lo incluyó en su gira mundial ya que Bono y los demás músicos  quisieron  probar el bife de chorizo más famoso del mundo. Según confirma Juan Castro, dueño del local, ellos no fueron los únicos famosos en venir por el lugar, otro que  apareció sin avisar fue el ex presidente Bill Clinton, «así como llegó tuvo que irse porque no había más lugar».

No tiene paredes con colores pastel. Carece de platos cuadrados . El menú no tiene exquisiteces extravagantes. No tiene lujos. En cambio  tiene un alma bien porteña, alma de barrio, con olor a comida y sabor a casero.

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