DONDE REINA EL SILENCIO

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Buenos Aires SOS.- 24 de agosto de 2011.-(Por Gabriela Sharpe).-   Av.Independencia y Salta, mientras se espera el colectivo es inevitable preguntarse por ese edificio recientemente pintado, pero que se lo huele antiguo, muy antiguo.

Construido a fines de 1794, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales es uno de los pocos edificios auténticamente coloniales que sobreviven en la ciudad.  Muros de adobe, de un metro de espesor, puertas de algarrobo -con grandes herrajes-, techos de tirantes de palma, celdas de reclusión para ejercicios espirituales, mobiliario tallado a mano, lienzos y grabados,  reliquias de los siglos XVIII y XIX, entre las que se destaca un importante Nazareno, son algunas de las tantas cosas que este sitio histórico nos ofrece.

La construcción -la única de la zona que no fue demolida al ensancharse Independencia, a fines de 1970- se concretó por iniciativa de la laica santiagueña María Antonia de la Paz y Figueroa, figura de gran predicamento en esa época, que falleció allí y cuyo proceso de beatificación está en marcha.

Traspasada la puerta de entrada, una sola cosa llama la atención: el silencio. A tan solo algunos metros de la avenida 9 de Julio, a pasos del incesante andar de los colectivos 39, 96, 67 y algún otro, los bocinazos y frenadas bruscas quedan en un lejano recuerdo.  El ruido no puede atravesar esas anchas paredes.  Sólo el silencio se hace dueño del lugar.

La casa primitivamente tenía 8 patios, en la actualidad se conservan 6, además tiene un oratorio, dos capillas y 36 celdas en las que duermen y reflexionan los ejercitantes.

Los patios están rodeados por galerías con techos y columnas de madera de ñandubay, los ladrillos originales delimitan los canteros y todo iluminado con faroles de la época del virrey Vértiz, típicos faroles de tres caras.

Por esta casa, declarada Monumento Histórico Nacional en el año 1942, pasaron Bartolomé Mitre, Bernardino Rivadavia, Manuel Belgrano, Mariquita Sánchez de Thompson y Camila O’Gorman.  Estas últimas por revelarse a las costumbres de la época, fueron recluidas en estas celdas a fin de reflexionar y acceder de buen grado a los valores de una sociedad pacata.  Ellas, una con mejor suerte que la otra, eligieron su camino.  Y si uno agudiza el oido, quizás logre escuchar del piano de Camila o’Gorman, instalado en la sala de visitas, los acordes de esa canción que dice «Pero el amor es más fuerte….pero el amor es más fuerte….pero el amor….», que se va apagando entre los muebles del siglo XVIII , el espejo francés, estilo Luis XV y el reloj de péndulo marca Gran Father de 1703 que aún hoy funciona.

Esta casa museo es administrada desde hace más de dos siglos por las «Hijas del Divino Salvador», quienes continúan utilizando el edificio como casa de las religiosas, casa de ejercicios espirituales y establecimiento educacional

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