BUENOS AIRES CON AROMA A «EXPRESS»

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Buenos Aires SOS.- 14 de noviembre de 2011.- (Por Jorge Ricci).- Buenos Aires siempre se caracterizó por tener un café en cada esquina. Punto de encuentro de jóvenes, y no tanto, era el lugar ideal para el desarrollo de infinitas tertulias, para arreglar el mundo, para discutir de fútbol, de política, para enamorarse y desenamorarse y para que algún poeta eche a vuelo su imaginación.
En las primeras épocas, sólo se ofrecían café y chocolate con bollos o churros, pero pronto desembarcaron los billares, las copas, los naipes, el dominó y los dados.
Algunos cafés y confiterías rescataron la belleza de la decoración de la Belle Epoque decorados con delicados vitraux y refinadas ornamentaciones que todavía permanecen vivos entre nosotros.
El primer café que se abrió en Buenos Aires fue en el año 1799, “El Café de los Catalanes” que se encontraba ubicado en la actual esquina de San Martín y Presidente Perón, convirtiéndose en centro de reunión de quienes cuestionaban la autoridad del Virrey. En tanto, los partidarios del rey Fernando VII se reunían en el “Café de Marco”, fundado dos años más tarde.

Más, la expansión de los bares se produjo a partir de siglo XX.
La discusión política fue ganada por el tango que brilló en los bares hasta principios de la década del 20. En los años 30, brilló “La Helvetica” reducto de acaloradas charlas ideológicas y refugio de autores de teatro. Bohemia, drama, comedia, tragedia, tango y milonga se mezclaban dándole una particularidad especial al ambiente.

Este impulso duró hasta los años 50. Ya hacia los ´60, los cafés se convirtieron en lugares de reunión para protagonistas del cine nacional y en los ´70 en el lugar de reunión de militancia y de intelectuales y universitarios.
En el barrio de Villa Crespo, está el café San Bernardo , ubicado en avenida Corrientes entre Acevedo y Gurruchaga. Cuentan los habitués que pintan canas, que allí tocó por primera vez en forma profesional la orquesta de Osvaldo Pugliese y que en alguna de sus mesas escribió algunos de sus textos en lunfardo Celedonio Flores.
El “ABC”, que estuviera ubicado en avenida Córdoba y Scalabrini Ortiz, tenía un escenario donde tocó “La Paquita” la primer bandoneonísta argentina en 1924.
Por “La Academia” en Callao al 300, pasaron Atilio Stampone, Alberto Castillo, el Mono Gatica y Pugliese. “Los 36 Billares”, cito en avenida de Mayo al 1200 conserva 14 mesas de las antiguas 36 que le dieron su nombre. “El Dante”, de Almirante Brown, entre Saurez y Olavarría, trabajaba con gente de mar que procedía de distintas partes del mundo. En sus mesas se acodaban marineros de Sindicato de Marítimos y obreros del frigorífico El Anglo, y por la noche era visitado por payadores y músicos que tocaban a la gorra.
“La Perla” situado en Del Valle Ibarlucea y Pedro de Mendoza en la Boca, era frecuentado por el pintor Quinquela Martín y un sinfín de bohemios pintores que retrataban “Caminito”. En el “Café de los Negros” ubicado en Suárez y Brandsen se reunían muchos parroquianos cuyo color de piel coincidía con el del nombre del lugar. En unas de las mesas del “Café Royal” Francisco Canaro firmaba su primer contrato en 1908, sólo que en aquel tiempo al bar se lo conocía como “Café del Griego” por la nacionalidad de su propietario.
Muchas historias de estos reductos se confunden con leyendas urbanas como la del “Café Bar La Popular” que estaba en la esquina de Suárez y Necochea. Según cuentan viejos vecinos del lugar, la propietaria era una mujer muy hermosa que regenteaba además del bar a un grupo de prostitutas, por ese motivo esa esquina tan frecuentada por marineros fue conocida como “la esquina del pecado”.
En otra esquina, la de Pedro Varela y Sanabria, en el barrio de Devoto, se yergue el “Café García” que aún ostenta una vieja caja registradora y las mesas de billar junto a otras antigüedades, famoso en la actualidad por la picada de los viernes a la noche. Y hasta no hace mucho tiempo el “Bar Oviedo” de Mataderos, en avenida de los Corrales y Lisandro de la Torre conservaba en su frente los palenques donde se ataba a los caballos.
El “Bar Británico” abrió sus puertas con el nombre de “La Cosechadora” frente al Parque Lezama en Brasil y Defensa en el año1929. Hasta que en 1960, el local fue alquilado por los gallegos José Miñones, José Trillo y Manolo Pose, que lo rebautizaron. Abierto las 24 horas se ganó habitúes de toda la vida, entre bohemios, taxistas, artistas y barras de amigos.
Allí donde se unen Rivadavia y Medrano, se emplaza “Las Violetas” que se caracteriza por los bellos vitraux que adornan sus paredes. Cerrado durante un tiempo y luego de ser atendido y sostenido por los trabajadores, “Las Violetas” reabrió sus puertas remosada y hoy desde distintos puntos vienen visitantes a probar su famoso té María Callas.
La Ciudad de Buenos Aires es rica por su historia, pero más aún por la historia de sus bares y cafés. En la imposibilidad de mencionar a todos, amigo lector, amiga lectora, sólo tengo una recomendación. Permítase guiar por el aroma de un humeante café, seguramente lo llevará allí donde se encuentre su mesa favorita en el que para usted es el mejor Café de Buenos Aires. Chico, en jarrito, solo, cortado o con crema, disfrútelo y mire la vida pasar. Seguro no se arrepentirá.

 

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