Operativo APRENDER. Otra «vuelta al mundo»

0 5

18 de octubre de 2016.- (Por Luciano De Marco *).- Hoy el Ministerio de Educación realizará el operativo APRENDER. Según documentos oficiales, la evaluación será un insumo central para tomar «decisiones de política, diseño y evaluación de programas, la gestión institucional de las escuelas y la reflexión pedagógica de todos los actores del sistema educativo».

En APRENDER participarán alrededor de 1.400.000 estudiantes y más de 30.000 escuelas. El operativo se aplicará en escuelas de gestión pública y privada. El mismo será muestral en el 3º grado de la primaria y censal en 6º grado de la primaria como en 5º o 6º año de la secundaria (según la estructura de la jurisdicción). Además de la evaluación se incluirán cuestionarios para recabar información sobre las condiciones en las cuales aprenden los estudiantes.

Esta herramienta se presenta como esencial para llevar a cabo un diagnóstico necesario. En una entrevista en el diario La Nación, la secretaria de Evaluación Educativa, Elena Duro, afirmó que uno de los aspectos más críticos del panorama educativo argentino era la insuficiente información sobre el mismo. Sin embargo, desde 1993 en Argentina se lleva adelante el Operativo Nacional de Evaluación (ONE). Incluso, el país participó de las pruebas PISA 2013 y de las pruebas TERCE realizadas por UNESCO. Entonces, ¿qué lugar ocupa el APRENDER en la actual política educativa?.

Este nuevo operativo se enmarca en el objetivo -del ministerio- de instalar una cultura de la evaluación. «Para el gobierno, la evaluación ocupa un lugar central y hay una creencia de que los aprendizajes pueden medirse con un instrumento ‘neutral’, ‘objetivo’, aplicado por cualquiera y que va a producir información válida y confiable», afirma Myriam Feldfeber, profesora de la Universidad de Buenos Aires. La investigadora ubica esta política en el marco del paradigma de la «nueva gestión pública», tema de la agenda educativa global promovida por los organismos internacionales.

El Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la consultora McKinsey, entre otros, han hecho de las pruebas estandarizadas un culto, un destino inexorable y un negocio. Las pruebas APRENDER expresan la mencionada «vuelta al mundo» que el gobierno pregona. Una vuelta que no implica volver estrictamente a los ’90. Si bien el modelo de evaluación estandarizada para los estudiantes empezó a instalarse en esa década, lo nuevo hoy son los intentos de instalar sistemas similares para los docentes.

En Latinoamérica, Chile es el caso paradigmático en torno a la evaluación educativa. Analizando el país trasandino, Pablo Imen, docente de la Universidad de Buenos Aires y director del Instituto de la Cooperación, afirma que esta clase de políticas «ponen a competir a escuelas, docentes y alumnos alrededor de los exámenes y el financiamiento. La estabilidad laboral o el salario dependían del resultado de los exámenes estandarizados». Y aclara que como modelo ya fracasó, «luego de décadas de aplicación, el sistema educativo chileno es de los más desiguales del mundo».

A nivel global, el mayor exponente de la racionalidad evaluadora son las pruebas PISA que entienden por evaluación la medición de resultados mediante pruebas estandarizadas. El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) plantea en su declaración «No a PISA. Por una evaluación al servicio de una educación emancipadora» que las mismas se enmarcan en un proyecto con efectos «enajenantes, mercantilistas y estigmatizantes». Desde la institución sostienen que estos operativos buscan resultados definidos previamente, descontextualizados social y culturalmente y convierten a la evaluación en un fin en sí mismo.

Es necesario entender estos dispositivos dentro de un modelo educativo. Quienes hacen de las pruebas estandarizadas su caballito de batalla conciben a la educación como un hecho productivo. El sentido es la fabricación de recursos humanos. Por ejemplo, para calcular el rendimiento de los sistemas, las pruebas PISA definen que un año escolar equivale a 40 puntos. De esta manera es posible generar comparaciones sobre dónde se aprende más en el menor tiempo y costo posible. Así la maquinaria evaluadora introduce el código del mercado en el mundo educativo.

Hoy, la producción de recursos humanos se inserta bajo la lógica del emprendimiento. «Esta corriente tiene un discurso bastante seductor: se trata de formar personas con iniciativa empresarial que sea artífice de su propio destino. También aquí el mito del «self made man» exige a la educación unas conquistas que dependerán siempre de la política económica», afirma Imen. Por su parte, el ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, escribió en el diario Clarín: «Debemos educar a los niños y a los jóvenes para que puedan ser los creadores de empleos, los que le aportan al mundo esos empleos y ser capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla».

Todo proyecto educativo es indisociable de un modelo social y cultural de país. Una muestra de dicho modelo es el premio «Maestros Argentinos» recientemente creado por el Ministerio de Educación. Este otorga un millón de pesos a quienes logren mejoras por medio de proyectos innovadores. Al entregar estos reconocimientos, Mercedes Miguel, secretaria de Innovación y Calidad Educativa, declaró: «La idea es detectar y visibilizar qué escuelas están trabajando en equipo y logran mejoras».

 

La cultura de la evaluación y la rendición de resultados suponen clasificar a instituciones y sujetos. Alcanzar los resultados esperados involucra premios para los vencedores pero también un vínculo específico con el conocimiento y un sentido para la educación. Esta búsqueda implica mercantilizar el proceso educativo, comprender el conocimiento como un bien de uso y construir una racionalidad utilitarista de costos y beneficios en donde todo logro o fracaso pueda ser medible en méritos, esfuerzos y sacrificios. En escasos meses, lejos quedó el sentido de la educación como un derecho.

En el Pre Foro de Calidad Educativa realizado en Córdoba este año, Bullrich afirmaba: “Queremos que cada escuela tenga su proyecto con un líder, que le da su impronta, con su equipo de trabajo. Queremos darles herramientas a los líderes de escuela para que puedan liderar”. Vincular la capacidad de liderazgo con las funciones pedagógicas que tienen los directivos implica un paso hacia la responsabilidad individual como moneda de cambio y concebir el mundo educativo en términos de manejo empresarial. “En los `90 se señalaba la distancia entre los tecnócratas y los docentes. En cambio hoy gestionan los CEO de empresas que no provienen del campo educativo, y aún los que provienen del campo, no conocen cómo funciona el sistema de educación pública”, afirma Feldfeber.

Desde el gobierno, APRENDER se presenta a la sociedad como el hecho educativo del año. El operativo funcionará como una herramienta para hacer política educativa. En 2017 sus resultados posiblemente se usen para escribir otro capítulo de la pesada herencia. A su vez, las evaluaciones serán otro gesto del gobierno en su cruzada por abrirse al mundo.

La cultura de la evaluación puede concebirse en dos sentidos: uno que apuesta a lo que falta que aprendan lxs estudiantes para que estén igualados en sus conocimientos y competencias, y otro, que clasifica individuos según éxitos y fracasos. En función de estas dos posiciones debemos analizar qué uso tendrá el operativo APRENDER como también las decisiones que tome la cartera educativa a partir de éste.

*Licenciado en Ciencias de la Educación (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires)

Buenos Aires Sos

View all contributions by Buenos Aires Sos

Leave a reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *